Hay una cosa que ya no existe en la nomenclatura de la música actual. Ayer me di cuenta hablando de ello hablando con Rafa. La Cara B. La Cara B completaba un single normalmente exitoso. Por detrás de los pequeños vinilos. Alejada del ruido mediático que comporta un éxito, la Cara B disfrutaba de sus propias ventajas: El anonimato, la pausa y la libertad.
“Cara B: Anonimato, pausa y libertad”
Ahora existen solo los singles. De consumo directo y rápido. Lanzados al espacio en busca de rápidas reacciones, de numerosos y gentiles likes. Pero viajan solos, sin Cara B.
Muchas veces, con el paso del tiempo, una Cara B se hacía mayor, maduraba en nuestros oídos y no solo se convertía en una Cara A, se convertía en La Cara. Animo a mi compañero en esta web, Joan Berenguer, a que un día nos ponga unos cuantos ejemplos sobre ello, pero no es el cometido de este post.
“La Cara B se hacía mayor y maduraba”
Cuando una Cara B terminaba convirtiéndose en La Cara culminaba un precioso proceso de enamoramiento de uno con una canción.
El otro día pensaba en la gente que es Cara B en nuestras vidas. Puede aparecer en forma de pareja o en forma de amigo o amiga. Ese tipo de persona que siempre está en tu vida, pero que no es un éxito inmediato para ti. Hasta que el tiempo pasa y de repente un día te das cuenta que te lo pones cada día, y que, pasado el tiempo, es una canción que quieres para siempre a tu lado. Las personas como las canciones, necesitan madurar en nuestro tiempo. Hacerse mayores para nosotros. Pero como todo en estos tiempos de consumo rápido para las Caras B ya no hay espacio. Y es una pena que haya desaparecido de la nomenclatura musical pero sobre todo lo es que esté desapareciendo del ser humano.
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