CARPE DIEM

El otro día, paseando por el Garraf, me saltó en la lista de reproducción la canción “Como si fueras a morir mañana”.

Me gusta Leiva, y tengo unas cuantas canciones suyas en mis favoritos. Pero aquel día, ésta en concreto saltó un par de veces. Trazando el tramo que va del Castillo a Les Agulles, una zona espectacular del macizo, me dio por pensar que en realidad si fuera a morir mañana, lo que no querría hacer seguro es bailar o cantar. Mi amigo Rafa dice que él querría llorar. Pau Donés, en la última entrevista que concedió a Évole, cuando éste le preguntó qué iba a hacer aquellos días que sabía que podía morir cualquier día siguiente, contestó que ir al vecino a comprarle unos quesos.

“Si fuera a morir mañana querría llorar”

Como a muchos de mi generación, a mí me educaron en la cultura del “Carpe Diem” muy mal entendida, te puedes morir en cualquier momento. Si pudiera tener una charla con el joven que fui, me encantaría quitarle la idea de la cabeza. Tengo 43 años y no me he muerto todavía. En su lugar, siguiendo esa filosofía de vida he ido dejando demasiados cadáveres en forma de proyectos, ilusiones, ideas y lo que es peor, personas.

“Tengo 43 años y no me he muerto todavía”

Veo como persiste la idea común en la juventud de esa premisa. Y lo que es peor, como el adulto se sigue agarrando a ella pero de otra manera, desde la frustración o el fracaso. No morir justifica la vida.¿ No morir justifica otro día cualquiera?. No morir justifica la manera de vivir más paleta. Y nos vivimos matando y nos vamos muriendo de lo que menos pensamos y más odiamos, el aburrimiento. ¿Por qué no darle una oportunidad entonces a la lentitud y el sosiego?

Por cierto, es imposible morirse mañana.

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