Echo de menos el tranvía y el autobús, aunque os cueste creerlo. No me gusta conducir por la ciudad, así que en cuanto regreso del trabajo, aparco el coche y busco alternativas de movilidad que me eviten los atascos, los cláxones y los nervios. Pero desde que comenzó la pandemia evito los transportes públicos (a costa de haberme vuelto más exigente aún si cabe con las zapatillas deportivas), y eso me ha hecho perderme también muchas anécdotas de las que se protagonizan en el interior de estos reducidos espacios.

A muchos no parece importarles desnudar sus vidas a viva voz mientras conversan entre ellos o se graban un vídeo para las RRSS en los trasportes públicos, lo cual nos da mucho material a los que nos gusta escribir.

Nadie cuenta las conversaciones robadas tan bien como Laura Bordonaba, una escritora de la ciudad del cierzo a la que os recomiendo, si no la conocéis ya, así que no os contaré la historia completa. Sino solo que leyendo ¿Cuánto tiempo le queda al fenómeno ‘influencer’? he encontrado una frase que me ha recordado una situación muy graciosa.
“Tú no eres influyente, tú estás bueno y punto»
Esta ha sido mi magdalena de Proust

Utilizar un influencer para la promoción de productos y marcas es una de las principales tendencias en estrategias de marketing, principalmente en redes.
Y yo voy a añadir más leña al fuego porque por culpa de las Idols japonesas me puse a buscar Virtual Humans en Instagram.
Resulta que los CGIs (Influencers Generados por Ordenador), una muy atractiva combinación entre tecnología, inteligencia artificial (IA) y entretenimiento, plantean un nuevo escenario en el mundo de los ‘influencers’. Estos humanos virtuales se están posicionando en el mercado como una opción muy popular, y lo que es peor para los influencers de carne y hueso, como una opción más fiable para quienes quieren contratarlos.
La IA es el intento de imitar la inteligencia humana usando un robot, o un software.
Además de mi creciente gusto por las zapatillas deportivas caras, la pandemia ha acelerado el crecimiento del comercio electrónico, ha forzado la digitalización en muchos ámbitos y ha rebajado el caché de los influencers humanos. Se han cancelado sus viajes y eventos, así que tienen que ponerse al día. Las ventajas para las grandes marcas son evidentes: los personajes digitales siempre están disponibles, no ponen condiciones exóticas ni generan dolores de cabeza.
La aparición de varias agencias de representación de influencers virtuales, con decenas de CGIs en cartera, constituye otra prueba más de que no es una moda pasajera. Su éxito obliga tanto a las marcas como a los demás influencers a adaptarse y explorar nuevas posibilidades de negocio.
Mi sobrina de ocho años, que sin saberlo es una influencer top ten y de las más inteligentes, ya conoce el secreto:
“Tía, cuando me dejen tener móvil seré famosa en Twitch. Me haré un avatar bien chulo, porque mola más ser virtual, y seguro que gano un montón de dinero”.
Instagram ya es mainstream (convencional) para la chavalería
Para los hindúes, un avatar es la encarnación terrestre de un dios.

Los ciberinfluencers van desde representaciones hiperrealistas a dibujos animados, lo que no importa en absoluto a sus seguidores. De hecho, la principal ciberinfluencer es Lilmiquela, una influencer robot, modelo y cantante creada por Brud (startup de Sillicon Valley especializada en robótica aplicada al marketing), que ha posado junto a Rosalía y J Balvin , que ha aparecido en la promoción de productos de marcas de moda urbana y de lujo como Calvin Klein y Prada y que tiene más de 3 millones de seguidores: Change-seeking robot with the drip💧💖
También tenemos nuestro ciberinfluencer español: David Backpacker/25/Málaga, Spain/ Dreamer & Traveler, con casi 12 millones de seguidores, creado por la agencia de influencer marketing H2H, con la ayuda de tecnologías de realidad virtual, bancos de imágenes libres de derechos y programas de edición fotográfica.

¿Creéis que los ciberinfluencers han llegado para quedarse?
¿Qué lo que vemos hoy es solamente la punta del iceberg?
Según Jorge Carrión (en su artículo de Opinión Anatomía del Influencer Virtual): A medida que aumente el número de influencers no humanos que publiquen contenidos, sumen seguidores y atraigan la inversión de las marcas, se irá revelando con mayor claridad la auténtica naturaleza de los youtubers e instagramers humanos. Son turkers. Han sido figuras de transición. Un producto de las plataformas, de los mecanismos de la viralidad: la mano de obra gratuita o barata que ha llenado de fotos, vídeos, memes o textos la red, mientras los algoritmos y las marcas se preparaban para verter su propio contenido. Cada vez más, para lograrlo, serán innecesarios los intermediaros humanos.