Amo a mi hijo. Daría mi vida por él sin pestañear. Es lo mejor que me ha pasado en la vida y, además, es un tío cojonudo, bueno, sensible, divertido, me cae genial (menos mal).
Una parte de lo que acabo de contar viene dada por qué sí, la famosa genética, o sentimiento inmediato de súper amor para con tu descendiente, pero otra proviene, creo, de haber vivido las cosas con normalidad. Me explico.
Jamás viví el que fuera a nacer mi hijo como algo preocupante o que fuera a afectarme. Tanto mi mujer como yo lo vivimos con alegría desde el minuto cero. Todas las bromitas que escuchas cuando vas a ser padre “olvídate de dormir” “Se acabaron las farras” etc, nos resbalaron.
¿Te cambia la vida? Pues claro, es la idea, ¿No? Pero, también te la cambia mudarte de casa, echarte una nueva pareja, adoptar un perro o tener un nuevo jefe, nada es permanente y esto es un tsunami, que si lo vives con naturalidad, pues mejor.
La crónica de los primeros años daría para otro post que no descarto escribir. El resumen nos da un poco la pista de cómo nos lo hemos tomado. Nosotros seguimos quedando con amigos desde el minuto cero que llegó Martín y de la misma manera que nos hemos ido adaptando a las necesidades sociales que le aparecían (fiestas infantiles, compromisos escolares) él lo ha hecho a las nuestras desde que nació (quedadas en casas de amigos, conciertos). Y todos felices. Porque ha sido en la justa medida y proporcionado para todos.
Y a eso quería llegar.
No pretendo a ofender a nadie, y cómo me dijo una vez un sabio pediatra: Estad tranquilos, hagáis lo que hagáis seguro que algo hacéis mal y vuestro hijo os lo echará en cara en el futuro.
A lo que apunto es que no soy nadie para dar lecciones y menos de paternidad.
Dicho esto, observo cómo se organiza hoy la sociedad con el tema niños y me da mucha pereza. Muchísima. Yo lo llamo “El Niño Centrismo”. Parece que toda la vida de la familia deba orbitar al rededor de las actividades del niño.
Padres que pasan horas y horas en los parques, que dejan de ver a sus amigos de siempre, que no solo colocan las opiniones de niños al mismo nivel que las de un adulto sino por encima, charlas monopolizadas por las dinámicas del colegio, profesores, padres de compañeros de clase. Me agota solamente escribirlo.
Para mí, un hijo es un miembro más de la familia, y por eso, sus necesidades deben integrarse en las dinámicas de todos, por supuesto. Entiendo que haya que llevarle a fiestas y a partidos de fútbol, o al parque, pero no puede ser que la familia SOLAMENTE haga sus actividades. Eso no es justo para nadie, ni bueno para su formación. Además, es un coñazo.
Hemos pasado de un modelo que estaba mal a otro que tampoco está bien.
De los 80 con zonas de juegos infantiles con toboganes oxidados , 4 niños atrás del coche sin cinturón de seguridad y salas de espera en paritorios con zona de fumadores, a hoy en que no se pueden suspender exámenes para no herir los sentimientos de los niños, a unos padres actuales que repetimos la palabra “Montesori” como un mantra de seguridad que nos hace quedar bien frente a otros padres sin que ninguno confiese que no tiene mucha idea de lo que significa o a parecer un maltratador infantil por reñir a tu hijo en público. Por cierto, desde hace mucho tiempo aplico lo siguiente cuando detecto que alguien se me queda mirando extrañado porque estoy riñendo a Martín por la calle. Elevo la voz y digo “Te pongas como te pongas no te devolveré a tus padres”. ¿Que sería de la vida sin estos placeres?
Por todo ello he decidido escribir este Decálogo Contra el Niño Centrismo.


Me encantará saber que opináis.
Abrazos múltiples
Como maestro (Jedi por supuesto) me parece acertadísimo. Gracias.
Estamos viviendo momentos en los colegios donde no sabemos si habría que pegar una bofetada al niño o a los padres de la criatura.
Un compañero mío dice: ¡Viva la vida! Pero a los adultos con niños se les ha olvidado lo que es vivir porque el niño les absorbe y es más inteligente que ellos.