Vivo en el país del humor. Nos gusta reírnos. Nos reímos de todo. En la calle, además, el humor no se castiga. Afortunadamente la calle no es twitter y el humor, en el país en el que vivo, es libre y campa a sus anchas. En la calle nadie se ofende, y si se ofende, se ríe, y lo supera. Es así en la mayoría de los casos.
“En la calle nadie se ofende, y si se ofende, lo supera”
Pienso en la relación con mis amigos de toda la vida. Nos reímos. Nos reímos de todo, de nosotros mismos, los unos de los otros. Acatamos la broma, la aceptamos, y nos volvemos a reír. Ahora tenemos un grupo de Whatsapp privado que afortunadamente no es twitter y donde también nos reímos. Nos juntamos a comer, a cenar, a jugar a pádel, y no paramos de reír de todo. Me consta además que este fenómeno se extiende a todos los grupos de amigos de los amigos de mis amigos y así a todos los habitantes de este maravilloso país loco por el humor.
“Mis amigos y yo nos reímos de todo”
Luego me meto en twitter o enciendo la televisión, y llega la terrible autocensura y el humor corregido. Corregir el humor es el escándalo. Horrible. Jamás olvidaré el día que fui a ver a Eugenio en vivo. Cuando llevaba 1 hora de actuación dijo “Bueno señores, hasta aquí los chistes que cuento por la tele, ahora vamos a reírnos de verdad”.
“Ahora vamos a reírnos de verdad”. Eugenio
¿Por qué hablo hoy del humor? Hablo hoy del humor porque me duele ver un año más como nuestro cine en su gala, los Goya, lo vuelve a apartar, lo vuelve a castigar. Siempre les digo a mis amigos que “Torrente”, la primera película de todas, merecía todas las estatuillas. Y Santiago Segura, el Goya de Honor inmediato. Ellos se ríen pero es uno de los pocos casos en los que yo con ellos me pongo muy serio.
Un comentario
One Ping
Pingback:La semana de Pau en 1 minuto – 21×6 – El futuro era mejor