Cuando a finales de los años 80 nació el formato CD (compact-disc) todo el mundo vaticinó la desaparición de los vinilos, pero en un giro de guión inesperado parece ser que el más longevo de los formatos de reproducción de audio ha resistido más el paso del tiempo que su supuesto verdugo.
Sí que es verdad que el rey es y será cada vez más el formato streaming, pero en el mundo físico suele tener más aprecio un vinilo que un CD. Algunos dirán que es porque los vinilos suenan mejor y menos fríos y estériles que los CD y otros hablarán de simple nostalgia o esnobismo.
Uno de los aspectos más añejos de los vinilos respecto a otros formatos de audio (con la excepción de los cassettes) es el hecho de que un disco tiene dos caras, así que para escuchar la segunda mitad de un disco tienes que darle físicamente la vuelta al vinilo, de ahí los conceptos de cara A y cara B.
Pero uno de los trucos mágicos que se puede conseguir con un vinilo es hacer que tenga tres caras. Sí, la lógica diría que eso es imposible, pero el truco consiste en cómo están diseñados los surcos, esos caminos por donde navega la aguja de los tocadiscos. Lo normal es que solo haya un surco donde la aguja se pueda apoyar, pero hay la posibilidad de poner un segundo surco con otro audio distinto. Y cuando pones la aguja encima del vinilo es imprevisible saber en cuál de los dos surcos se apoyará. Y claro, eso ha despertado durante años la imaginación y la parte más juguetona de muchos artistas.
Por ejemplo, en el disco “Lazaretto” del guitarrista de los White Stripes, Jack White, una canción tiene una introducción acústica o una más eléctrica y rockera dependiendo de dónde va a caer la aguja en el vinilo.
El grupo británico Marillion sacó un álbum conceptual en 1994 llamado “Brave” que contaba la vida dramática de una chica que podía terminar de dos maneras muy distintas según uno de los dos surcos donde hubiese ido a parar la aguja del tocadiscos. Un curioso antecedente de los finales alternativos que se hicieron tan famosos en las películas en formato DVD.
Otro truco auditivo que solo se puede conseguir únicamente con los vinilos es el de hacer que la aguja se quede dando vueltas indefinidamente en la parte final del surco, haciendo sonar alguna cosa de manera infinita hasta que alguien se acerca para levantar la aguja del tocadiscos. Esto también ha inspirado a algunos artistas a hacer travesuras.
El grupo ABBA terminó el final de su álbum “Super Trouper” con el sonido de gente aplaudiendo: el truco del surco interminable hacía que ese aplauso durase hasta que el oyente le pusiese fin. R E TRO B OX
Al final del “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” de los Beatles se puede escuchar de manera infinita unas voces extrañas precedidas anteriormente por un tono tan agudo que sólo lo pueden escuchar los perros (la idea es que el oyente no entienda porque su mascota se ha puesto a ladrar misteriosamente).
Al final de la cara A del disco “Yer’ Album” de James Gang se escucha de manera indefinida alguien diciendo “Turn me over” (Gírame). Por si acaso alguien no tuviese muy claro qué debe hacer para escuchar la otra mitad del disco.
Pero otros artistas han llevado aún más lejos su instinto juguetón.
El productor francés Breakbot fabricó 120 copias de su disco “By your side” en formato vinilo… pero en lugar de usar vinilo como material usaron ni más ni menos que chocolate negro. Lógicamente el disco solo se escuchaba de manera más o menos decente las primeras veces: inevitablemente la aguja del tocadiscos acababa destruyendo el vinilo hasta hacerlo inservible. O alternativamente también te lo podías comer sin escucharlo, claro.
¿Alguien más se atrevió con algo tan extravagante como un vinilo de chocolate? El disco de los Shout Out Louds, “Blue Ice”, era un molde con forma de vinilo que tenías que remojar con agua y dejarlo seis horas en el congelador antes de poderlo escuchar. ¿Sería tan buena la música cómo para correr el riesgo de cargarse el tocadiscos con el agua del vinilo derritiéndose mientras giraba? Quizás cuando lo descubrías ya era demasiado tarde…
Por último volvemos con el guitarrista de los White Stripes, Jack White, que tuvo otra ocurrencia con una edición limitada de 300 copias del disco “Blue Blood Blues” de su otro grupo, The Dead Weather. En principio se trataba de un vinilo del tamaño habitual (12 pulgadas) con una canción en cada una de las dos caras. Pero si te atrevías a romper ese vinilo te encontrabas que dentro estaba escondido otro vinilo (en este caso de 7 pulgadas) con otra canción. Estaba en manos del comprador de este exclusivo vinilo decidir si se quedaba sin escuchar esa misteriosa tercera canción o si le podía la tentación y destruía ese objeto de coleccionismo para saciar su curiosidad. Una perversa travesura de Jack White. Un tipo de experiencia única que sin duda no se puede experimentar con el streaming.