Instrumentos musicales curiosos 4 – Intonarumori

El instrumento del que os queremos hablar hoy es probablemente el más curioso, avanzado a su tiempo y, porque negarlo, el más fallido y desagradable de escuchar.

En 1913 el pintor y compositor experimental italiano Luigi Russolo empezó a crear una serie de generadores de ruido a los que llamó Intonarumori que se podían controlar mediante una manivela, algún botón y/o una palanca. Y cuando nos referimos a ruido no exageramos en absoluto, cómo podréis comprobar con el siguiente video.

Luigi Russolo escribió un manifiesto llamado “El arte del ruido” dónde exponía sus ideas sobre el uso de los ruidos en la música, ya fuesen mecánicos como los de un tranvía o de zumbidos, explosiones o silbidos. Fue ideando distintos modelos (hasta llegar a los 27) a los que iba dando nombres descriptivos como “aullidos”, “truenos” o “gorjeos”.

No hay que ningún erudito en la historia de la música para deducir que los primeros conciertos en 1913 y 1914 donde presentó sus curiosos intonarumoris dejaron consternados a los asistentes. El único ruido que se oía después de esas sinfonías cacofónicas de ruidos estridentes no podría haber sido que el de un apabullante abucheo por parte del público.

Eso sí, hay que reconocerle a Luigi Russolo que fue un pionero de la música concreta, increíblemente avanzado a su época y a compositores que sí disfrutaron de más reconocimiento con sus obras musicales experimentales, tales como John Cage (del que ya hemos hablado en otras ocasiones como ésta) Y tampoco sería descabellado decir que sus cajas de ruidos fueron una especie de antecedente prehistórico de los samples (pequeños fragmentos de sonido o de música que se empezaron a popularizar con el hip-hop en los años 80).

Os dejamos con una de las grabaciones más antiguas que se conservan de uno de sus composiciones. Por nuestra parte no podemos no admirar su capacidad visionaria y su atrevimiento por presentar algo tan rompedor en el mundo aún tan conservador de la música clásica de principios del siglo XX. Pero tampoco podemos imaginar ninguna otra ocasión que nos lleve a escuchar por placer estos experimentos ruidosos (a no sea que requiera torturar o trolear a alguien que nos caiga mal).

Igual a algún robot hipster del futuro descubre alguna de estas grabaciones y le llenan sus circuitos de un placer musical que nosotros, simples humanos básicos, no somos capaces de disfrutar.

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