La fragilidad de los nuevos formatos

Esta noticia en El País me ha dejado helado.

https://elpais.com/cultura/2020-12-23/un-robo-masivo-de-manuscritos-ineditos-inquieta-al-sector-editorial.html?utm_source=Twitter&ssm=TW_CM#Echobox=1608738772

Si la leéis con detenimiento veréis que se trata de una estafa de la que todavía se desconoce qué objetivos buscaba en la que alguien ha suplantado la identidad de algunos editores para, por correo electrónico, pedirles a algunos autores los últimos originales.

Los que ya llevamos unos años en esto de la creación no dejamos de asustarnos por lo sencillo que es hoy compartir nuestro contenido. Siempre hablamos del lado positivo, que es, por supuesto, el dominante. Es maravilloso que con un solo clic el mundo entero acceda a lo que le ofrezcas. Pero, pocas veces hablamos de lo frágil que se percibe tu obra desde que usamos estas tecnologías. Me explico.

Antes, en la música, cuando las primeras mezclas de un disco salían del estudio lo hacían en un CD. Un único ejemplar, o como mucho con X copias muy acotadas a los miembros del equipo. La custodia de aquel ejemplar, secreto y exclusivo, era similar al de una joya. Era tu función evitar que cayera en malas manos a toda costa. Hasta el músico más punk se convertía en una especie de Golum con su tesoro musical entre las manos.

Cuando hoy me pasan las mezclas de cualquier trabajo por Whatsapp o por Wetransfer no dejo de sorprenderme. Me parece muy loco que con una acción que me llevaría apenas unos segundos ese contenido pueda llegar a miles de personas.

Algo similar ocurre con los libros. Antes se imprimía, y ese borrador enorme y pesado contaba con muy poquitas copias. Hoy en día te llega un borrador en pdf y ya.

Os juro que me dan escalofríos cada vez que recibo contenido en esta nueva era. Quizás se me pase algún día, pero lo dudo.

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