Lo primero que quiero decir es que escribo estas líneas desde una sensación mía, porque no conozco personalmente a ninguno de los miembros de The Beatles y tampoco me he puesto a tratar de investigar sus vidas. Por lo tanto, esto que escribo está razonado desde una sensación que particularmente pudiera ser errónea personalizada en ellos, pero que para explicar lo que quiero, sirve.
Me he dedicado más de 15 años a la música. He vivido todo tipo de situaciones, encuentros, camerinos, conciertos, viajes y furgonetas. He despertado en una ciudad y me he preguntado dónde estaba. He ido a escribir los agradecimientos a un artista antes de empezar un concierto, y he confundido Granada con Oviedo. Se me ha acercado gente maravillosa a intentar hablar conmigo y no le he hecho ni caso. Me he acercado a las personas equivocadas la mayoría de las veces, ejecutivos de multinacionales, tratando de escalar no sé muy bien a dónde. También he idealizado a músicos y a artistas por encima de mis posibilidades.
Las nuevas tecnologías lejos de ayudar a apaciguar el ansia y el apogeo del ego no hace si no que potenciarlo. Youtube, Twitter, Facebook, Spoti, ..y tantas otras…seguidores y seguidores, seguidores por seguidores, comida rápida para el desencuentro con el mundo normal. La inquietud artística ha dado paso a la inquietud digital. Es terrible.
“La inquietud artística ha dejado paso a la inquietud digital”
Atrapado en esa realidad yo no sabía que había montañas por ejemplo, o panaderos, o gente voluntaria en un Banco de Alimentos, gente que te sonríe por la calle y te saluda, gente que hace croissanes y te da para que pruebes uno, amigos del colegio que te quieren, familia, gente corriendo, gente mayor que te cuenta su vida si te sientas a su lado en una residencia, si tienes un minuto, si recuperas la paciencia. Y gente que no necesita que tengas absolutamente nada para quererte. Gente.
“He confundido Granada con Oviedo”
Y hace dos años tuve que parar. Obligado por las circunstancias primero, por mi salud después, y por vivir al final y ahora. Y entonces empecé a escuchar otro tipo de música, y a vivir otro tipo de vida. La vida real. La otra vida no es que sea equivocada, pero la gente que nos dedicamos a la cultura muchas veces no nos damos cuenta de que hay una vida en nuestra cabeza que solo pasa ahí, en nuestra cabeza. Que hay otra, maravillosa, que nos va pasando por delante, y no nos damos ni cuenta. O yo, al menos, no la supe ver. La gente es espectacular debajo del escenario. Y yo ahora no pienso permitir, me dedique a lo que me dedique, que mi escenario se levante nunca más a un solo centímetro del suelo. Dimito del ego. Dylan es un genio… ¿Estás seguro? ¿Te imaginas todo el día siendo Dylan? Qué agobio. Todo el día en la mecedora del porche de tu casa con la guitarra. No.
“hay una vida maravillosa que nos va pasando por delante”
¿Y qué tienen que ver The Beatles aquí? Pues que al principio los descubrí hace dos años y me gustaba su música. Pero luego me enganché a ver a Ringo en ese ambiente, en todos los vídeos de los cuatro. Si te fijas bien, puedes ver la vida en Ringo. La vida real. Estoy seguro, convencido, de que él lo ha disfrutado todo mucho. Y los otros, no tanto. Y ahora yo quiero ser Ringo. Todo el rato.