Los Borrachos. T2 Cap 11 Cristina

Conocí a Agustín, mi ex marido, en la Facultad de Medicina. Prácticamente fue el primer y único hombre con el que he estado en mi vida. Fuimos de los mejores de nuestra promoción y a ambos nos surgió la posibilidad de hacer unas prácticas en Los Ángeles. El problema fue que así como a mí me fueron promocionando, él se quedó, digamos, estancado. Cuanto más subía yo, más parecía bajar él. En realidad, se bajaba él solo. Porque tenía un buen puesto. Pero parecía que no era suficiente. Y no llevaba muy bien el ser la pareja de lo que allí me llamaban “una de las manos más brillantes de la medicina moderna”.

Mindfulness me siguió contando.

El caso es que Agustín empezó a portarse mal conmigo. A hacerme desplantes, a dejarme de lado. Con el paso de los años aquello empeoró. Y yo me sentía muy sola. Así que un buen día decidí liarme con un camillero del Hospital. Y bueno, aquello acabó desatando la furia de Agustín cuando se enteró. Nos separamos. Y a partir de ahí la cosa cambió. Él empezó a venirse arriba y yo, me vine abajo. El caso es que acabé perdiendo aquel trabajo. Y decidí volver a España, a casa de mis padres.

 Y mi vida era estar encerrada hasta que conocí a Miquel, un maestro del Mindfulness y mi guía. Él me enseñó todo lo que ahora sé. Un día le detuvo la policía en casa, ya viviendo juntos,  por estafa piramidal en la escuela de trabajo del alma que tenía. Me sabe muy mal. Le quiero mucho. Le di todo mi dinero con todo mi amor. Él me lo pidió y yo se lo di. Y así, me hizo más feliz. Cuando salió de prisión me contó que ahora él quería a una modelo rusa de 20 años y que tenía que entender que eso salía de su corazón. Le dije que por supuesto. Me dijo que me sentara y buscara mi centro. Le pedí que me devolviera el piso, que me lo habían regalado mis padres, pero me dijo que había buscado mal el centro, que probara otra vez, porque el piso no me lo iba a devolver. No nos hemos vuelto a ver. Y bueno, ese es un resumen de mi vida. Luego ya vino la pandemia al poco y en fin.

No sabía muy bien qué contestar a todo aquello. Me facilitó mucho la tarea el hecho de que Mindfulness pasó de nuevo de aquel semblante totalmente serio con el que me había contado su vida a poner aquella sonrisa descolocada con sus ojos verdes, con el que la conocíamos. Oye, si quieres te llamamos Cristina. No, no te preocupes, volvió a sonreír, Mindfulness está bien, me gusta, dijo colocándose su rizada melena. Venga, vámonos, no me gusta recordar estas cosas, ahora te quiero mucho a ti. Bueno, y a Fausto creo que también le quiero. Y…Mindfulnes..la interrumpí. No te muevas.

Habíamos llegado caminando, cogidos, haciendo eses, y sorteando a unos cuantos borrachos hasta la entrada del Puente de Piedra. Creo que aquella de allí es Laura. Sí, es ella. Vamos. Laura estaba con varios chicos de su edad sentada en el suelo en mitad del puente. Tenían varias botellas de alcohol a su alrededor y ponían música desde algún lugar que yo no sabía ver. Nos vio venir y sonrió. A carcajadas. Ehhhhh gritaba ehhhh venid! No sabíamos si estaba borracha. Lo que estaba claro es que estaba totalmente fumada.

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