Fausto nos acompañó hasta una habitación al fondo de aquel largo pasillo de techos tan altos. Aquel piso me recordaba a la notaría de Don Avelino donde trabajaba. Tanto por la antigüedad como por el olor a antiguo que tienen estos lugares y que nunca se va. Como siempre que avanzábamos en grupo, yo iba delante y Mindfulness la última. Al final del pasillo, aquella habitación, estaba cerrada con llave.
Mirad. Fausto abrió la puerta entonces. Aquella habitación era realmente grande y luminosa. Pasad, quedaos aquí, nos dijo apenas en la entrada. A unos metros de nosotros, una gran cama, también antigua, como todo en aquella casa. A pesar de ser una habitación luminosa con grandes ventanales, Fausto tenía todo cerrado e iluminado con unas pocas bombillas. En la cama, había alguien acostado. Os presento a mi primo Miguel. “Coño, no será el de la canción, que hace mucho tiempo que no sale” soltó Manolillo riéndose. Jordi se rió con él. Laura le miró con desaprobación. Mindfulness recargó el arma. Y yo me quedé mirando a Fausto.
¿Por qué tienes a tu primo encerrado aquí? Entonces Fausto destapó a aquel chico. Pues bueno, porque en teoría está muerto. Pero no se muere. Todos pudimos ver como aquel chico tenía varios agujeros en el pecho de lo que parecían ser disparos de balas. Mindfulness apuntó entonces directamente a Fausto. Manolillo dile a la chica esta que se calme un poco. ¿De dónde la has sacado? Tranquila, Mindfulness, baja el arma, le dije yo ayudándo a bajarla. Me cago en mi puta vida dijo Laura, pero esto ¿qué coño es?. Jordi se acercó a la cama.
A ver, tranquilidad, que tanto Miguel como yo somos inofensivos dijo aquel hombre ajustándose sus anteojos. Lleva varios meses así. Ahora lo tengo dormido. Se despertará en breve. ¿Cómo que lo tienes dormido?
A mi primo le dispararon al principio de la pandemia. En los primeros altercados, cuando aún la policía se mantenía en pie. Se metió en una pelea y le pegaron unos tiros justo aquí abajo. Aún tuvo alguna fuerza para llegar al portal y apenas logré subirle. Mi sorpresa fue que no se moría. Seguía borracho y no se moría. Pasaban los días, seguía borracho, me pedía que le diera de beber, pero no se moría. Así que le limpié las heridas, y lo metí en la cama. Y de ahí no sale. Porque sí que es cierto que se me cansa enseguida porque los pulmones no le van muy bien, claro. Los tiene hechos un Cristo, mirad, mirad. Laura vomitó justo en ese momento. Mindfulness cayó desmayada y se golpeó contra el suelo. Yo tuve que ir también al baño. Jordi se empezó a reír. Solo Manolillo se mantuvo entero. Coño, el Miguel, si me acuerdo de él, tu primo el rejoneador.
Cuando más o menos logramos recuperarnos todos un poco, Fausto siguió explicándonos. Aún hay más. He descubierto que los borrachos no se mueren. Pero no es lo único que he descubierto estos meses con mi primo aquí. Hay otra cosa. ¿Aún hay más? ¿Qué puede haber más? ¿Me estás diciendo que los borrachos no se mueren? Eso es. Los borrachos no se mueren. No nos vamos a morir estando así. Porque te recuerdo que tú y yo estamos infectados también querido amigo. Bueno y este otro tampoco, dijo señalando a Jordi.
Chicos, los siento, he vuelto a perder mi centro, voy a buscarlo. Mindfulness se sentó en el suelo .Hostia puta Mindfulness con el puto centro de los cojones le dijo Laura. Tranquila Laura. Yo necesito una copa dijo Manolillo. Y yo, dijo Jordi por primera vez desde que le conocí. No Jordi, tú no que te sienta muy mal, le dije. Deja al chaval que se tome algo.
Os he dicho que aún había más. Fausto nos miró a todos. Chicos, fijaos en esto, nos dijo. Y entonces se acercó a Jordi, le miró fijamente, y esto fue lo que le dijo.