LOS DRÉPANOS – CAPÍTULO 1

¿QUÉ ESTÁBAMOS MIRANDO?

Cuando se produjo el primer contacto con los Drépanos la humanidad recién estaba saliendo de una pandemia brutal que había dejado millones de muertos en todo el mundo y todavía se encontraba gozando de la típica libertad festiva que se produce después de acontecimientos catastróficos como una guerra, un desastre natural o un colapso económico.

Al principio, por supuesto, todos pensaron que se trataba de una broma o de una noticia falsa ya que en esos años era muy común que nada fuera del todo cierto, sin embargo con el correr de las horas y de los acontecimientos no quedaron más dudas: La humanidad estaba frente a su primer contacto con una civilización extraterrestre.

No fueron pocos los que relacionaron el virus de la pandemia con un posible ataque previo de los Drépanos, ya que a simple vista era demasiada casualidad que ambos hechos se encontraran a tan poca diferencia de tiempo y no tuvieran relación. Parecía bastante lógico: “Primero nos envían un virus letal para diezmarnos por completo y enseguida llegan a conquistarnos sin mucho esfuerzo” aseguraban en los bares entre cerveza y cerveza. Al mismo tiempo decenas de prestigiosos expertos salían a declarar en todos los medios que eso era absolutamente falso y que no había ningún tipo de relación entre un virus que llevaba muchísimo tiempo mutando en la Tierra y estos lejanos extraterrestres. Naturalmente nadie les creyó y los Drépanos comenzaron la bienvenida con el estigma de ser señalados como los autores del supuesto ataque inicial.

De un momento para el otro la euforia y la alegría que estaba recorriendo el planeta tras haber vencido al virus se detuvo como un reloj y en menos de una semana todos los habitantes se volvieron a encerrar en sus casas, a improvisar búnkers, a almacenar alimentos, a guardar agua y a abrazar a los suyos.

Los gobernantes de todos los países estaban perplejos, no sabían si estaban frente a una amenaza horrorosa a la que había que responder con todas las armas posibles o si se debía primero investigar qué era lo que querían estos seres del espacio. “Ante la duda hay que atacar” era lo que más se escuchaba por todas partes. “Ante la duda hay que esperar” replicaban los que tenían más poder de fuego.

“¿Cómo es que los extraterrestres llegaron hasta acá sin que nuestros centros de observación espacial pudieran detectarlos?” se preguntaban los presidentes con cierta razón. “¡Destinamos millones y millones del presupuesto para investigar galaxias, estrellas, planetas, cometas y hasta meteoritos enormes que podrían colisionar contra la Tierra y sin embargo de un día para el otro tenemos encima de nuestras cabezas a miles de naves extraterrestres y no las vimos venir!” exclamaban furiosos “¿Qué estábamos mirando?”.

La pregunta retumbaba en todo el planeta pero sobre todo en las altas esferas gubernamentales mientras los astrónomos sólo ensayaban una tímida explicación ante su propio estupor. “Creemos que viajan a la velocidad de la luz y por eso hasta hace una semana no teníamos noticias de ellos”.

Era verdad, apenas una semana antes del arribo de los Drépanos los insomnes trabajadores del observatorio del Teide se sobresaltaron frente a lo que parecía ser un error en el informe del Telescopio Robótico Bradford que indicaba que miles y miles de puntos en el espacio se movían a una velocidad jamás vista y en franca dirección a nuestro planeta. De inmediato realizaron un relevamiento íntegro del instrumental pero no encontraron ninguna falla por lo tanto consternados elevaron el hallazgo a todas las comunidades científicas de la Tierra quienes incrédulos enfocaron entonces sus telescopios gigantes hacia las coordenadas provistas por el Teide y no tardaron en confirmar que no se trataba de ningún error. Delante de sus desoladas miradas la infernal flota Drépana surcaba el espacio rumbo a nosotros.

“Me cago en la leche” dijo al enterarse el empleado de limpieza del observatorio y llamó de inmediato a su esposa que estaba durmiendo.

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