LOS DRÉPANOS: CAPÍTULO 14

EL ABRAZO ESCONDIDO

Ya en el vagón del metro al Cheba lo saludaron un par de personas y otras lo miraron con una sonrisa familiar confirmando que lo reconocían. Estaban vestidos muy diferentes a él pero todos se dirigían al mismo lugar. A esa altura de la tarde el patético video de su lunática entrevista televisiva anunciando la llegada de extraterrestres contaba con más de 3 millones de visitas y su advertencia apocalíptica estaba empezando a replicarse en cientos de páginas de Internet y también en varios medios tradicionales.

Apenas asomó la cabeza en la Puerta del Sol todo se multiplicó. Una multitud de hombres y mujeres con pancartas, remeras alusivas y disfraces estrambóticos habían colmado la plaza seca que estaba decorada con maquetas de platos voladores, réplicas a escala de edificios gubernamentales y muñecos caricaturizados que representaban a líderes políticos. Obviamente el Cheba de inmediato fue reconocido por decenas de participantes y también por los integrantes de los diferentes grupos que conformaban a Jóvenes por el Universo.

A través de las redes se habían contactado muchísimas agrupaciones, comunidades y colectivos para darle forma a ese variopinto encuentro multicolor que reunía a corrientes muy dispares que se embanderaban confusamente detrás del rechazo a la política, la fascinación por las conspiraciones, el culto al libertarismo, la refutación de la ciencia, el reposicionamiento del new age, la defensa del libre mercado y el veganismo entre otras causas difusas. Tanta gente se había juntado en el centro de Madrid que la prensa cubría el evento sólo para divertirse con las desopilantes entrevistas que les realizaban a los presentes sin tomar dimensión de lo que se estaba empezando a generar. 

A fuerza de golpes y empujones la seguridad del evento a cargo de unos muchachos enormes con las cabeza rapadas y tatuajes en el cuello, el Cheba fue llevado como una estrella de cine hasta el pie del escenario donde debía aguardar el turno para dar su esperado discurso.

Mientras tanto el escenario estaba ocupado por el cantautor terraplanista Goyo Parasiempre que aburría olímpicamente a la muchedumbre con su guitarra pintada, su voz monótona y sus canciones autorreferenciales. Daba la sensación de que no se iba a bajar nunca. Y no se bajaba nunca. En ese momento se encontraba cantando una balada romántica en Si menor que narraba la historia de un hombre que se enamoraba de una bolsa de papel dejando atrás una relación tóxica con una bolsa de nylon.

El Cheba lo miraba estupefacto desde abajo cada vez más impaciente con las cejas arqueadas y sin poder creer lo que estaba escuchando.

En medio de esa incertidumbre se le acercó el conductor del acto y le explicó en voz baja que Goyo era muy respetado como artista comprometido con el medio ambiente y que además era una de las promesas artísticas de su generación. El Cheba apretó los labios negando con la cabeza y mirando de costado al cantante supo que era una promesa que ya no se iba a cumplir.

De inmediato la gente encargada del catering le alcanzó una lata de bebida energizante la cual se bebió de un solo trago y en lugar de arrojarla en el cesto de reciclaje pensó en tirársela por la cabeza al músico. Lo estaba por hacer cuando Goyo Parasiempre anunció que cantaría la última canción de su espectáculo y entonces el público aplaudió sinceramente por primera vez en la tarde.

Se trataba – según explicó largamente el autor – de una vieja composición suya que estaba escrita desde el punto de vista de un río cristalino que no quería desembocar en el mar sucio y por eso prefería evaporarse. 

Si se la escuchaba sin prestar demasiada atención daba la sensación de que se trataba de un tipo que se quería suicidar.

Al mismo tiempo – y con esa triste melodía de fondo – los manifestantes se acercaban continuamente al Cheba para solicitarle una foto, para felicitarlo por el coraje que había tenido al anunciar la invasión o para rogarle que por favor contara absolutamente toda la verdad por más que fuera horrorosa. Él les agradecía con cierta distancia, posaba sin tocarlos para la cámara y juraba conmovido que no los iban a vencer. Nunca se aclaraba quiénes eran los que no los iban a vencer, ni a quién, pero todos elegían suponer que hablaban de lo mismo.

Dicen que la peor de las pesadillas para los impostores es ser felicitado por las personas que detesta sin poder hacer nada.

“Un río que no quiere ir al mar” terminó sin pena ni gloria con una metáfora fallida que nadie entendió y entonces el Cheba aprovechando los escasos aplausos se aclaró la garganta y puso un pie en los escalones para subir a dar su discurso, sin embargo el músico parecía no estar tan decidido a acabar su show porque de repente le preguntó a la multitud si querían escuchar una canción más. La respuesta fue más bien de murmullo incómodo, aunque también se escuchó algún ¡No! entre risas que pretendían ser amigables.  También se oyó un “Si” largo y finito de alguna de sus seguidoras – tal vez de su novia – lo cual le alcanzó a Goyo para volver a sentarse en su silla y anunciar que se despediría con una que todos estaban esperando. No se podía estar más lejos de la realidad.

Apenas comenzó a cantar la historia de una niña ciega que recuperaba la vista fumando marihuana se detuvo para pedir unas palmas con más ritmo que lo que transmitía la melodía y algunos del público le hicieron caso con tal de colaborar para que terminase la función lo más rápido posible. Goyo sonrió como si el acompañamiento hubiera sido natural y por primera vez en la tarde cantó más fuerte como aquellos que alzan la voz cuando quieren hacerse entender en otro idioma: “Por fin abrió los ojos, los ojos del alma, cumpliendo su karma pudo ver la realidad” repetía entusiasmado pero a la canción no la conocía nadie y las palmas se apagaron al tercer verso. 

Caía la tarde sobre Madrid, las naves drépanas se acercaban a la Tierra y Goyo Parasiempre en lugar de despedirse comenzó a improvisar unos gritos con la intención de que el público lo imitara: “Eeeoooeeeeo”, del otro lado silencio, “Eeeeeeo Eeeeeeo” más silencio – no le importaba – “Ooiioioioioiooioioioioooooooo”. El Cheba quiso subir para matarlo pero el conductor lo detuvo agarrándolo de la camisa y diciéndole que no se preocupara porque el sonidista ya tenía la orden de bajarle el volumen.  

Y así fue. De un segundo para el otro el micrófono del cantautor dejó de amplificarse y la guitarra también. Goyo Parasiempre creyó que era un desperfecto típico de los conciertos ya que en su cabeza todo estaba funcionando de maravillas por lo tanto dejó la guitarra, se levantó de su asiento, se acercó al borde del escenario y a los gritos anunció que no importaba que los poderosos les cortaran la luz porque ellos tenían la luz de la verdad y acto seguido les dijo que cantaría a capela una canción de cuna que le había compuesto a un árbol de su barrio al que habían talado para reparar una cañería.

Hubo insultos que él no escuchó porque cerró los ojos, se puso en posición de árbol y comenzó a cantar a los gritos.

Fue entonces que el Cheba logró zafarse de las manos del conductor del evento – que más bien lo dejó subir – y se acercó por la espalda a Goyo ante el rugido de la muchedumbre que al verlo aparecer se exaltó como si viesen a un meme viviente. No estaba muy claro si lo aclamaban porque lo estaban esperando o porque iba a acabar con la función o con la vida del músico que continuaba con los ojos cerrados y que se asustó muchísimo cuando el Cheba le dio un abrazo frente a la vista de todos mientras con la mano cambiada y oculta (como si se sacara un poco el hombro) le apretaba los huevos con dureza sin que nadie lo notara. La técnica se llamaba “El Abrazo Escondido” y la había aprendido en otros tiempos, con otra gente y en otras circunstancias. Ese método también servía para robar billeteras o para apuñalar discretamente.

Goyo ahora gritaba de dolor, pero con el mismo movimiento el Cheba le había hundido la cara contra su pecho ahogándole el grito y también un poco la respiración.

  • Bajate ya y llevate la guitarra con una sonrisa, hijo de puta – le susurró al oído y el artista desconcertado asintió con la cabeza mirándolo perplejo sin entender quién era, ni qué estaba pasando. Recién entonces el Cheba le soltó los testículos, no sin antes darle un tirón.

El cantante caminó como pudo hasta el instrumento con las rodillas medio dobladas, lo desenchufó y bajó del escenario sin mirar a nadie mientras el Cheba lo aplaudía robóticamente y asentía sonriente con la cabeza.

Abajo a Goyo lo esperaba su novia que intentó felicitarlo por el show pero él se libró de ella con un movimiento tan brusco que dejó confundida a la muchacha.

De pronto el Cheba se encontraba delante de todos y parecía ser enorme. El escenario alto y su posición erguida en comparación con la escuálida silueta de Goyo Parasiempre contrastaba tanto que lo hacía verse gigante. Se hizo silencio. 

Un silencio de locos contra locos.

El Cheba recorrió lentamente con su mirada a los presentes y unos pocos segundos después echó la cabeza hacia atrás lo más que pudo mirando al cielo con la boca abierta. Así se quedó inmóvil un rato largo como si quisiera hacer foco en algún punto lejanísimo. Todos hicieron lo mismo. Así los mantuvo hasta que se le cansó el cuello y volvió a enderezarse.

Luego se dirigió hasta el micrófono y le dio un par de golpes con el dedo para comprobar que habían vuelto a darle volumen. Ese sonido retumbando en los parlantes fue el llamado de atención para que todos volviesen a mirar el escenario.

  • Hoy es un día histórico queridos jóvenes por el futuro… – los Jóvenes por el Universo entendieron que se refería a ellos y aplaudieron a rabiar. Cuando se silenciaron el Cheba continuó hablando con tono heroico – desde hoy este lugar ya no se llamará Puerta del Sol sino Puerta del Cosmos – los seguidores volvieron a aplaudir e incluso algunos intentaron un cántico que decía “puerta del cosmos… puerta del cosmos” que no alcanzó a prender en los demás y por lo tanto la idea se diluyó enseguida. El Cheba esperó para ver si arrancaba pero al notar que no funcionaba continuó con su proclama – durante los últimos 2 años y medio fuimos víctimas de la más feroz pandemia que haya soportado la humanidad y sin embargo sobrevivimos a pesar de las mentiras y la inoperancia de nuestros gobernantes – la gente volvió a aplaudir algunos incluso todavía con tapabocas – ¿Tuvimos miedo? – preguntó el Cheba y muy pocos respondieron – ¡Les estoy preguntando si tuvimos miedo!
  • ¡Noooo! – respondió enardecida la gente
  • ¡¿Pudieron quitarnos nuestra libertad?! – preguntó todavía más fuerte el Cheba
  • ¡Nooooooo! – rugió el gentío alzando los puños
  • ¡¿Estamos preparados para lo que viene?! – volvió preguntar con los ojos inyectados
  • ¡Siiiiiiiiiii! – exclamó la multitud avanzando hacia el escenario como una turba enloquecida que no sabía qué hacer con su impotencia.
  • ¡No pudieron vencernos con un virus! ¡No pudieron vencernos con sus mentiras! ¡No pudieron vencernos con sus discursos! ¡Y ahora no podrán vencernos los marcianos! 

La explosión de la concurrencia fue tan atronadora que sacudió los vidrios de los edificios cercanos. El Cheba supo que el efecto era mejor que el contenido.

  • ¡Vengan! ¡Suban! ¡Les daremos pelea! ¡Somos poderosos! ¡Somos humanos! ¡Somos la más pura de las creaciones! ¡Vengan! ¡Suban! ¡Abracémonos! ¡Abracémonos porque juntos somos invencibles!

Y la gente subió al escenario y arrasó con todo.

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