CUANDO LOS SANTOS VIENEN MARCHANDO
El auto oficial que trasladaba a Voynich y a Mut desde el hotel hasta la sede de la ONU ingresó directamente al edificio por la rampa secundaria del estacionamiento evitando de esta manera a los periodistas acreditados de todos los medios del mundo que esperaban ansiosos y al excitado público en general que se había acercado lo más posible para ver de cerca a los principales mandatarios y para enterarse en primera mano de las novedades sobre la llegada de los extraterrestres.
La custodia oficial del evento – que consistía en decenas de soldados de élite, policías antidisturbios, francotiradores escondidos, perros adiestrados, drones de combate, camiones hidrantes y tanques de guerra – demostraba la trascendencia única del encuentro y la importancia de los participantes.
Las vallas de contención habían sido colocadas a 500 metros de la entrada principal para evitar que la gente se acercara, sin embargo a pesar de toda la intimidación generada por el despliegue armamentístico, varias personas fueron detenidas por intentar pasar por la fuerza. Esa era la desesperación que reinaba en todas partes.
Apenas Voynich y Mut descendieron del automóvil en el primer subsuelo, fueron recibidos por miembros de la organización que tras comprobar sus identidades con tres métodos diferentes (documentos en papel con chip, reconocimiento facial biométrico y huella digital) los acompañaron hasta la sala principal del edificio donde se encontraban los hombres y mujeres más poderosos del mundo junto a sus guardaespaldas y sus equipos de asesores. Parecía el estreno de una película taquillera o la recepción de algún casamiento entre estrellas de Hollywood. Incluso había un trompetista de jazz amenizando la espera con una versión libre de “Cuando los santos vienen marchando” que más bien parecía un presagio de esperanza.
El bullicio de la música y de tantas voces hablando a la vez retumbaba hasta la campana del techo y regresaba en forma de interferencia inteligible, como un acople que se incrustaba en el cerebro. Los mozos recorrían la enorme sala con bandejas repletas de bebidas y manjares que parecían un despropósito para las 8 de la mañana. Sin embargo la razón era que muchos presidentes habían arribado con horarios diferentes desde distintas partes del globo y por lo tanto se mezclaban las cenas, con los almuerzos y con los desayunos.

Voynich ingresó por una de las puertas laterales tratando de pasar desapercibido, sin embargo apenas fue identificado por los presentes se desató el caos y comenzaron a acercársele en estampida mientras lo señalaban en voz alta y lo bombardeaban con preguntas de toda índole. Sin dudas la figura del científico nudista era una de las más esperadas del día por la calidad de información que manejaba y por el magnetismo que irradiaba su figura. Todos querían obtener alguna información crucial sobre las naves extraterrestres antes de que empezara la sesión oficial de la ONU.
Hasta la noche anterior Voynich hubiera disfrutado de ser el centro de semejante reunión, sin embargo ahora, después de la pesadilla que había tenido, parecía un tipo ajeno sin respuestas en el lugar equivocado y por eso daba pasos instintivos hacia atrás como queriendo alejarse de las mismas personas a las que les había rogado reconocimiento. Sintió que le faltaba el aire.
Fue entonces cuando Mut emergió desde atrás del científico dando un paso al frente y colocándose delante de él como si fuera un escudo milagroso. Y lo era. Todos quedaron anonadados.
La mujer más hermosa del mundo levantó la cabeza desafiante mirando a los ojos a la multitud y sonrió.
El tiempo se detuvo como una foto, porque la belleza que se explica no se entiende.
El silencio absoluto solo fue quebrado por una voz oportuna que intempestivamente se oyó entre la muchedumbre estupefacta.
- ¡Mut! ¡Wilfrid! ¡Que alegría volver a verlos!
Era Geraldine. Una luz en la oscuridad.
A partir de ese momento la francesa, que conocía el lugar, los protocolos, la gente y los recovecos del edificio por haber asistido muchísimas veces a reuniones de la ONU se convirtió en un hada madrina para ellos. Mut la abrazaba emocionada como si hubiera encontrado a una hermana.
Enseguida entre las dos sacaron a Voynich por un corto pasillo que conducía a una sala pequeña donde nadie los molestaría hasta el comienzo de la sesión. Ahí estuvieron durante cuarenta minutos dándole café para reanimarlo mientras lo intentaban distraer recordando lo bien que la habían pasado en la isla pese al huracán.
Voynich parecía un fantasma y las chicas supieron que no iba a poder dar su disertación.
Cuando se hicieron las 9 de la mañana vinieron a avisarles que estaba a punto de comenzar la conferencia por lo tanto Wilfrid debía ir a sentarse en su butaca de invitado especial para hablarles a todos cuando le tocara el turno. Mut y Geraldine le dijeron que estarían juntas entre las bambalinas del lugar siguiendo con atención el cónclave a pocos metros de él y atentas para solucionar cualquier inconveniente que pudiera surgir.
A la hora señalada, la Secretaria General de la ONU, la mexicana Clemencia Rodríguez fue la encargada de dar inicio a la Asamblea con un discurso emotivo donde hablaba de la importancia de la unión de todos los países ante una amenaza desconocida. A esa altura el rating de la transmisión superaba todos los récords históricos y la ansiedad iba en aumento, nadie quería emotividad, sólo les interesaba saber a qué venían los extraterrestres y sobre todo cómo eran. Para pasar en limpio, pero con una calma que puso nerviosos a todos los habitantes del planeta, la Secretaria explicó la situación desde el primer minuto en el cual los telescopios identificaron las naves espaciales por primera vez hasta ese preciso momento en el que ella estaba hablando. No dijo mucho, porque no sabía nada. Más allá de fotos raras, testimonios aislados y algún que otro detalle sin explicación, ningún país tenía algo importante que decir o para ocultar sobre el asunto de los alienígenas.
Acto seguido Clemencia le cedió la palabra a uno de los administrativos designados quién se encargó sin emoción de dar lectura a todos los datos numéricos comprobados con los que contaba la humanidad sumando el aporte de todos los astrónomos. El hombre leyó en voz baja que las naves eran alrededor de diez mil, que posiblemente viajaban a la velocidad de la luz y que estimaban la llegada a la Tierra en 70 horas. Nada más. Muchos rompieron los televisores de la bronca que les agarró.
Luego volvió a tomar la palabra Clemencia:
- Quiero comunicarles que la decisión adoptada por la mayoría de los gobernantes del mundo es la de mantener al planeta en DEFCON 1, o sea en el máximo nivel de alerta, con todas las armas nucleares de destrucción masiva listas para ser utilizadas únicamente en el caso de una agresión extraterrestre. Al mismo tiempo cada país decidirá de qué manera organiza la evacuación de su propia población en caso de que eso ocurra como así también del método de elección con el cual seleccionarán a quienes ingresen a sus bunkers, si es que los tienen. Por otra parte, recomendamos a la humanidad que en estos difíciles días previos al arribo de las naves acondicionen sus casas lo mejor posible para poder sobrevivir el tiempo que sea necesario dentro de ella junto a sus familias teniendo a disposición agua potable y la mayor cantidad posible de alimentos no perecederos. Cada gobierno dispondrá además de una partida especial de fondos cedidos por el Consejo Financiero Mundial para abastecer a sus habitantes más indefensos de todo lo necesario para sobrevivir. Lamentablemente no sabemos qué es lo que nos espera pero sí sabemos de lo que somos capaces como raza para ayudarnos entre todos y para defender al planeta, por lo tanto les queremos pedir mucha calma en estas tensas jornadas. A continuación vamos a escuchar al científico más importante de su generación, el cual ha dedicado su vida a investigar la posible existencia de civilizaciones inteligentes fuera de la Tierra. Es para nosotros un verdadero honor contar con la presencia de una de las mentes más brillantes de estos tiempos oscuros. Con ustedes el prestigioso y multipremiado científico Wilfrid Voynich.
Todos se pusieron de pie y dieron un largo aplauso cerrado que retumbó durante varios segundos en las paredes de la ONU. Por fin después de tantos años el destino le entregaba en bandeja la posibilidad de ser reconocido y de pasar a la historia como se merecía. Pero no.
Voynich encendió su micrófono tímidamente, tomó agua, carraspeó un par veces para aclarar la garganta, miró los rostros preocupados de los presidentes y se quedó en silencio.
No volaba una mosca. El tiempo apremiaba.
La Secretaria General de la ONU le solicitó entonces que por favor contara todo lo que sabía acerca de los alienígenas que se aproximaban a la Tierra, sin embargo Voynich se mantenía callado, negando mínimamente con la cabeza y apretando los labios temblorosos.
De pronto, como un boxeador atontado al que sólo puede salvarlo la campana, comenzaron a sonar enloquecidamente a la vez todos los teléfonos de los presentes. Uno a uno los diferentes tonos se mezclaban en el ambiente de la ONU conformando un concierto caótico y alarmante que de inmediato fue cubierto por las risas y la vergüenza. Se trataba de un sorprendente archivo con varias fotos que habían sido liberadas en la web para todo el mundo. En esas imágenes se podían observar desnudos a casi todos los integrantes del Comité de Crisis que visitaron la isla de Voynich. Hombres y mujeres corriendo sin ropa contra el viento y la lluvia con gestos desesperados, movimientos torpes y muecas graciosas. Decenas de fotografías que sin el más mínimo pudor recorrían las pantallas de los presentes y de los ausentes para compartirse hasta el infinito. Había varias de cada uno de los integrantes del Comité salvo de Geraldine que apenas aparecía con un hermoso primer plano de su rostro, pero nunca desnuda. Todos los demás sufrían el escarnio público. En algunas se observaba al Cónsul pidiendo auxilio con la boca bien abierta ostentando su carne blanca y flaca, a la Canciller alemana despeinada tratando de sostener sus grandes pechos bamboleantes, al Chino queriendo abrir los ojos y exhibiendo su culo escuálido, al General Sanders mostrando sus heridas de guerra más humillantes, al hombre de la NASA caído en cuatro patas como una mesa quebrada, al agregado cultural de Israel corriendo con su micropene erecto, al agitadísimo Ruso peludo como un oso, a Voynich con los brazos en alto sonriendo al lente y por último al desaparecido ex presidente de los Estados Unidos desnudo y aferrado con las dos manos al palo de una enorme sombrilla.
La venganza es un plato que llega cuando ya no tenés hambre.
Como todo buen comandante sabe: en una guerra la mejor defensa es un buen ataque. Apuesto por las chicas. Saben como cuidar a su jefe.
“nadie quería emotividad”, excelente concepto, así, tal cual, es el ser humano. Genial entrega Diego. Gracias.