LOS DRÉPANOS: CAPÍTULO 23

PANTALLAS

Las hipótesis que barajaba Interpol sobre la fuga de Voynich en el aeropuerto eran cuatro.

La primera – y al mismo tiempo en la que más confiaban – era que el científico había recibido un pasaje y un pasaporte falso en el sobre que le entregó Geraldine. Que luego el hombre cambió su aspecto físico en el baño de damas y que más tarde tomó algún otro vuelo hacia un país con las restricciones aduaneras más laxas. Según las planillas oficiales, desde el momento en que lo perdieron de vista hasta ese instante en el cual presentaban ese informe a los investigadores, habían despegado desde ese aeropuerto casi setecientos vuelos hacia todas partes del mundo incluyendo varias ciudades de EEUU por lo tanto el trabajo de identificación iba a llevar semanas enteras.

La segunda opción que manejaban – y que rogaban que no fuera la correcta – era que Wilfrid había conseguido salir del aeropuerto sin ser identificado por las cámaras, posiblemente dentro de algún escondite transportable como una gran encomienda o un contenedor de basura o entre las cajas de los proveedores que suministran productos a los locales comerciales del JFK.  “Incluso pudo haber salido aferrado a otra persona dentro de su abrigo” aventuró uno de los agentes ante el asombro de los demás.

La tercera hipótesis – y también la más lógica – era que Voynich todavía se encontraba dentro del aeropuerto escondido en alguna parte y con un claro mapa mental de los sitios donde no enfocaban las cámaras de seguridad, lo cual le permitía moverse con relativa facilidad. No parecía tan descabellado suponer que podía haberse escondido en los ductos de la calefacción o en los techos de los ascensores o en los enormes depósitos de equipajes que nunca terminaban de vaciarse o, incluso, delante de todos como un pasajero más que finge esperar su vuelo completamente disfrazado e irreconocible. Esta teoría llevó a los investigadores a allanar de pies a cabeza otra vez el aeropuerto hasta el punto inverosímil de revisar las cloacas, demoler una enorme escultura de la Terminal 4 e invadir un viejo Piper arrumbado desde hacía años en un rincón lejano del predio del aeropuerto en el que sólo encontraron ratas.

La cuarta hipótesis – y quizás las que los ponía todavía más nerviosos – era que Voynich había desaparecido delante de sus ojos utilizando algún antiguo truco de magia o de ilusión óptica aprovechando sus conocimientos de astrofísica.

Para comprobar la verosimilitud con la que contaba esta descabellada teoría llamaron a tres de los más prestigiosos ilusionistas de la ciudad de Nueva York quienes fueron trasladados a la central del FBI para revisar con cuidado en los monitores todo el material registrado por las cámaras de seguridad ese día.

La secuencia de imágenes – desde diversos planos – comenzaba con el científico llegando al aeropuerto junto a Mut, luego sentándose en una cafetería y recibiendo a Geraldine, más tarde despidiéndose primero de una y luego de la otra, después escribiendo la servilleta y pegándola debajo de la mesa, luego comprando cosas en el freeshop, después caminando por la sala de embarque mirando a la gente y finalmente metiéndose en el baño de damas para salir al cabo de mucho tiempo con otro look e introducirse en medio de un contingente de japoneses apurados con los que caminó varios metros hasta desaparecer detrás de una columna.

Los tres ilusionistas sonrieron con cierta satisfacción al mirar la grabación y todos coincidieron en que era un trabajo muy bien hecho. “Es para felicitarlo, parece un profesional” dijeron como si estuvieran evaluando a un concursante de escapismo en un programa de tv.  Sin embargo, al ser apurados por los tensos investigadores, sus conclusiones fueron desconcertantes:

Uno de ellos dijo claramente que no era Voynich el que salió del baño.

El otro explicó sin dudas que el científico nunca había abandonado al contingente de japoneses sino que se fue cambiando de ropa y camuflándose entre ellos sin dejar de caminar.

El tercer ilusionista aseguró que ni siquiera era Voynich el que habían estado siguiendo desde que entró al aeropuerto con Mut.

Los investigadores lamentaron haberles preguntado.

Mientras tanto en Madrid, la noticia anunciada por la Secretaria General de la ONU de que las naves extraterrestres se alejaban de la Tierra sorprendió al Cheba preparándose para asistir al cumpleaños de Esmeralda Casanova, también conocida como “La Esca”. Una mezcla entre las primeras sílabas de su nombre y las de su apellido. Esta combinación, presumiblemente marketinera, era algo muy común en la farándula Hollywoodense de los años 70 donde todos los famosos acortaban su nombre para ser reconocidos apenas por una inicial, por un par de letras o simplemente por un símbolo. Luego, como una herencia más ajena que tardía, esto se extendió al resto del mundo con suerte dispar. Algunos no lograron imponer nunca su nuevo apodo pero a la Esca le quedó la Esca.

La madre del Cheba entró a la habitación contenta porque los extraterrestres se habían ido y abrazó a su hijo que se encontraba parado y fastidiado delante del espejo tratando de anudarse la corbata. Al principio no tenía pensado llevarla, pero luego la encontró colgada en su viejo ropero y decidió usarla. Era la corbata de su graduación y siempre la había considerado una especie de amuleto ya que también lo acompañó con buena suerte en un par de atracos que acabaron más o menos bien.

Al ver entrar a su madre tan emocionada supo que esta vez la vieja corbata no haría milagros y la tiró sobre la cama con resignación.

Lo mismo le ocurrió cuando ya estaba en el taxi rumbo a la casa de la Esca. El chofer estaba tan eufórico con que los alienígenas habían decidido escapar que casi choca tres veces de tanto darse vuelta para hablarle del miedo que todos en el universo debían tenerle a los humanos. El Cheba miraba perdido por la ventanilla y negaba con la cabeza.

Llegó por fin al enorme piso de la diva en pleno barrio de Salamanca frente a un precioso parque sobre la calle del Dr. Gómez Ulla. La música se escuchaba desde la vereda. El Cheba revisó la dirección en el teléfono móvil y tocó timbre. Al cabo de un par de minutos una mujer disfrazada de empleada doméstica como en las películas bajó a abrirle y lo condujo en silencio hasta la fiesta. Al abrir la puerta se encontró con una gran cantidad de gente que bailaba y bebía sumergida en humo blanco y luces de colores. De un golpe de vista reconoció a diversos famosos, políticos, periodistas e incluso a un actor que creía muerto. Ni bien dio un paso dentro del lugar apareció sonriente la Esca. Llevaba un escotado vestido blanco con una corona de flores en la cabeza y sostenía tambaleante dos copas de champagne en las manos. Le entregó una para brindar. Lo miró a los ojos y lo besó en la boca. El resto de los invitados rompieron en aplausos y exclamaciones. Luego ella lo tomó de la mano y lo condujo hasta donde se encontraba la Dj quien bajó de inmediato la música y le acercó un micrófono. La diva agradeció la presencia de todos pero reconoció que recién ahora con la llegada del invitado especial sentía que su cumpleaños estaba realmente completo y por eso pidió un aplauso para el hombre que había ahuyentado a los extraterrestres. El Cheba no lo podía creer, se sentía en otra dimensión y saludaba a todos con una mano tímida en alto sin saber qué decir. Ella lo abrazaba sonriente y lo besaba mientras tomaba una foto de ambos y la subía a sus redes entre emoticones de corazones, botellitas y caras felices para recibir miles y miles de interacciones en menos de diez minutos.

Al cabo de una hora, durante la cual ella le presentó a todo el mundo, la Esca continuó recibiendo gente y caminando por la fiesta cada vez más ebria conversando con sus invitados mientras el Cheba se acomodaba solo en un rincón de la sala sobre un sillón tratando de pasar un rato desapercibido. Fue entonces cuando se le acercó el actor al que creía muerto y se le sentó bien al lado.

  • ¿Así que tú eres el nuevo juguete de la Esca? Qué grata sorpresa… – dijo mirándolo con atención sin dejar de beber – eres bastante lindo pero te falta pulir, podría ayudarte – el Cheba hubiera preferido que nos esclavicen los extraterrestres – ¿Sabes una cosa? Yo estuve casado quince años con ella… ¡Sí, quince! ¡Ja Ja Ja! le conozco todos los trucos y no hay tanta magia eh, igual no te preocupes por mí, no soy celoso del pasado, son historias de otro siglo y además soy gay. ¿No se me nota? – dijo riéndose mientras se pasaba la lengua por la yema de su dedo índice – Con la Esca tuvimos sexo los primeros meses porque estábamos siempre drogados pero después nos usamos mutuamente de pantalla sólo para conseguir trabajo en la pantalla, nada mas. Hicimos varias películas y programas de televisión exitosos… seguro los viste… éramos la pareja perfecta para la farándula e incluso fuimos a cenar con los Reyes. Yo me acostaba con hombres y ella con todo el mundo. – El Cheba comenzó a buscar alguna otra cara conocida para escapar de esa charla, sin embargo el actor continuó hablando con tono más confidencial. – Te hago una pregunta, galán: Ahora que los marcianos no nos vienen a visitar ¿De qué vas a hablar? – el Cheba, que reconocía la maldad apenas se asomaba, supo enseguida hacia donde iba la conversación – ¿De qué vas a vivir ahora? ¿Para qué servís? ¿Cuál va a ser tu pantalla?

Mientras el muerto decía esto, la Esca volvía a tomar el micrófono para señalar al Cheba delante de todos y decirle que le tenía preparada una sorpresa. Lo hizo poner de pie. Era una canción de amor. Acto seguido Goyo Parasiempre irrumpió en escena con su guitarra y se puso a cantar algo muy empalagoso mirándolo a los ojos con una sonrisa maliciosa. Todo era un horror.

En ese preciso instante recibió en su teléfono móvil un mensaje de María, su mujer: “Fracasado”

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2 comentarios

  1. El Cheba, como todo buen general, está evaluando sus opciones y decidiendo el curso de acción. Todavía queda mucho de él en esta historia
    No tengo dudas.