ME ESTABAN ESPERANDO
Durante los días siguientes los investigadores de la CIA propusieron algo que podía llegar a ofrecer nuevos resultados en la búsqueda de Voynich. La idea consistía en relevar las redes sociales de todos los pasajeros que estuvieron aquella jornada en el aeropuerto de Nueva York para ver si habían subido imágenes tomadas en el lugar que pudieran sumar piezas importantes al rompecabezas de la desaparición.
Parecía una tarea titánica o imposible, sin embargo mediante parámetros claros y con la amplia colaboración de los servicios de inteligencia con sus herramientas permitidas (y también con las prohibidas) realizaron un exhaustivo barrido por la web que los llevó a seleccionar más de mil imágenes tomadas durante esas horas en el JFK.
Una vez que obtuvieron todo el material lo procesaron en las computadoras más poderosas de los EEUU que tras analizarlas pixel por pixel seleccionaron apenas tres imágenes que podían servir para aclarar el misterio.
En una de ellas se veía en primer plano a un gracioso japonés perteneciente a la comitiva donde se escondió el científico y detrás de él, un poco fuera de foco, a la valija de Voynich como flotando en el aire sostenida por nadie.
En la segunda imagen se observaba a una chica tomándose una foto dentro del baño de damas y en el reflejo del espejo se asomaban los zapatos de Wilfrid por debajo de una de las puertas de los recintos privados pero puestos con las suelas hacia arriba.
La tercera fotografía, y también la más inquietante, mostraba a alguien muy parecido a Voynich vestido de policía durante los allanamientos ya en plena búsqueda del propio científico.
Del otro lado del océano la fiesta de cumpleaños de la Esca avanzaba a la par de la madrugada entre risas, música y gente cada vez más alcoholizada. Goyo terminó de cantar la canción dedicada al Cheba por parte de la cumpleañera y aprovechando que había periodistas y famosos en la reunión decidió quedarse en el escenario para cantar algunas canciones suyas. Algunos invitados comenzaron a irse. Tuvieron que cortar la luz.
Era muy habitual que el cantautor aprovechara cualquier oportunidad (o incluso la forzara) para contar que era músico y mostrar su material. El ejemplo más elocuente tal vez haya ocurrido cuando asistió al velatorio de un famoso productor musical, al que no conocía, solamente para conversar durante toda la noche con los músicos, periodistas, managers y dueños de medios que se encontraban compungidos en la casa velatoria. A cada uno le regaló su último CD explicándoles que justo llevaba una copia en el auto. Al cabo de algunas horas ese disco parecía ser el souvenir del velorio porque todos tenían uno en sus manos. Incluso alguien dejó irónicamente una copia sobre el cadáver.
La carrera de Goyo Parasiempre en sus inicios parecía ser muy prometedora porque era el típico niño desenvuelto e histriónico que enseguida acaparaba la atención de todos, sin embargo con el paso del tiempo este encanto se fue diluyendo a medida que crecía.

En su más tierna infancia Goyito era el habitual elegido para participar en los actos del colegio donde descollaba más allá de lo necesario con su desparpajo y su elocuencia. Al mismo tiempo cada semana recorría las productoras y los canales de televisión junto a su madre para obtener algún papel actoral en programas infantiles o en publicidades. La búsqueda obtuvo resultados positivos recién a los 16 años cuando fue seleccionado para interpretar a un mimo en la famosa tira adolescente “La escuela de la vida“ donde obviamente no tenía letra para decir porque solo debía actuar de mimo, en silencio, durante un par de escenas con el rostro maquillado en su totalidad. Goyo aceptó de inmediato y durante el ensayo se lo vio manteniendo animadas conversaciones con los actores principales, los técnicos y los guionistas. Cuando ya faltaba poco para grabar las escenas sacó unos papeles que había escrito donde proponía la idea de modificar apenas el guion para que su personaje pudiera decir algunas cosas y así contribuir a mejorar un poco la trama. Incluso en su línea argumental el mimo tomaba bastante protagonismo porque la actriz principal se enamoraba de él sin saber quién estaba detrás del maquillaje. Es más, el final no lo tenía escrito pero sí pensado así que se lo comentó a los productores. “Hay que darle forma, ustedes en eso son bastante buenos, pero la idea es que al final de la serie el mimo se saca la pintura y es un millonario al que hasta ese momento sólo lo querían por el dinero y no por lo que realmente era como persona”. Lo echaron e incluso le prohibieron entrar al canal para otras audiciones.
A partir de ese momento se dedicó a la música, tomó clases de canto, de guitarra, de piano y enseguida compuso sus primeras canciones con el viejo recurso de poner palabras difíciles y versos rebuscados en temáticas sensibles para aparentar profundidad. Luego, en tiempo record, comenzó a presentarse en bares para cantautores y a figurar en las grillas junto a otros artistas más reconocidos de la movida madrileña. No le iba mal porque no había a dónde ir. Con ahorros propios, venta de cosas y principalmente con donaciones de los padres, logró grabar su primer disco al que tituló: “Me estaban esperando”. Pero no, no lo estaba esperando nadie porque golpeó las puertas de las principales discográficas del país y no lo atendieron.
A medida que el tiempo pasaba su convocatoria de público no mejoraba en nada. De hecho dicen las malas lenguas que llegó a comprar él mismo las entradas de algunos de sus conciertos para regalarlas a gente que de todo modos no iba.
“Todavía no están preparados para entenderme” dijo muy suelto de cuerpo en una entrevista que le realizaron para una pequeña FM barrial que difundía a las nuevas promesas de la música. Cortaron antes la entrevista.
A partir de entonces Goyo siempre estuvo muy atento a cualquier oportunidad que apareciera en el circuito musical y por lo tanto era bastante habitual que fuese el primero en enterarse de los concursos para cantautores, los seminarios pagos o las audiciones en general. También conocía a la perfección el burocrático sistema de subsidios o ayudas para músicos de todas las ciudades de España e incluso del extranjero por lo que llegó a grabar en italiano una típica canzoneta napolitana como regalo para emigrados en América Latina auspiciado por una fabrica de pastas.
Llegó un momento en el cual ya casi no realizaba conciertos propios. Solamente participaba de festivales vacíos, invitaciones de otros artistas en desgracia y escenarios abiertos a cualquiera.
Justamente eso fue lo que le dio un giro a su carrera en extinción porque conversando con la encargada de su edificio, una mujer terraplanista que había sido presidenta de un club de fan de una de esas efímeras bandas para adolescentes, se enteró que una controversial agrupación con ramificaciones mundiales llamada “Jóvenes por el Universo” buscaban músicos que creyeran que la Tierra era plana para amenizar un pequeño acto en Salamanca.
Con su experiencia, su ensayada simpatía y su desarrollado oficio para promocionarse tardó casi tres minutos en deslumbrar a los encargados de elegir a los artistas que subirían al escenario ese día sin siquiera mostrarles una canción. De todos modos se había presentado él solo a la convocatoria y el acto era al día siguiente. Fue un éxito, entre comillas.
A partir de ese momento se convirtió en una especie de “cantautor terraplanista” y ocupó un espacio que se encontraba vacío dentro de los ”Jóvenes por el Universo”. Eso le permitió subirse al escenario en cada una de las manifestaciones que organizaba este grupo asegurándose aplausos inmediatos y un reconocimiento que siempre le había resultado esquivo. En poco tiempo readaptó su repertorio y compuso varias canciones con temática ambientalista o incluso conspiranoica. “Dylan tuvo su etapa cristiana y yo también estoy en la búsqueda” solía responder Goyo Parasiempre cuando sus antiguos colegas le preguntaban de manera malintencionada acerca de su nuevo posicionamiento ideológico y profesional. Es que en poco tiempo había pasado de tocar en pequeños bares para familiares, amigos y marginales a presentarse frente a muchísima gente que lo habían convertido en la necesaria validación artística que añora cualquier agrupación sin el más mínimo interés por la cultura.
Interesante la decisión de Goyo. ¿Hasta dónde somos capaces de renunciar a nuestras creencias para cumplir nuestros sueños?
Sin comentarios…