MARY POPPINS Y LA CORVINA BLANCA
Diamante de mar. Así le llaman cariñosamente al totoaba, un pez mexicano en peligro de extinción que en su codiciada vejiga natatoria esconde poderosas propiedades medicinales, curativas y afrodisíacas. Este exquisito manjar se ha convertido en un lujo para personas adineradas de Asia, pero también en un exótico objeto de colección y en una ventajosa inversión financiera.
Lo único que les interesa a los pescadores cuando consiguen atrapar a este enorme pez en sus redes es la vejiga, por eso al resto del cuerpo lo arrojan nuevamente al mar.
La pesca furtiva de la corvina blanca (que es también como se lo denomina) es muy perseguida por los gobiernos afectados que jornada tras jornada ven como decenas de pesqueros ilegales depredan los ecosistemas donde viven los últimos especímenes. Hay una razón: En el mercado negro chino el kilo de vejigas de totoaba es más caro que el kilo de cocaína.
Mary Poppins. Así llamaban a Bronson los marineros que lo habían rescatado de las aguas en medio del huracán Lisa. Lo bautizaron de ese modo porque lo vieron venir volando aferrado a una gran sombrilla embolsada por el viento que lo traía desde quién sabe dónde. Janakka y el resto lo divisaron en el aire. Primero como un objeto más en medio de tantas cosas que volaban, pero luego, cuando se fue acercando a ellos, pudieron distinguir que se trataba de un ser humano, de un hombre desnudo.
En ese momento justo se estaban alejando lo más que podían de Lisa y también de la zona de exclusión donde se hallaban pescando ilegalmente, por eso cuando rescataron a ese extraño náufrago, no le avisaron a nadie y continuaron viaje. Un viaje de miles de millas y cientos de horas.
Marvin J. Bronson había volado a demasiados kilómetros aferrado a la sombrilla y por eso jamás lo habían podido encontrar los rescatistas que recorrieron la isla de Voynich removiendo escombros y patrullando la costa. Su insólito viaje acabó a pocos metros del pesquero chino dándose un fuerte golpe contra el mar. Ahora se mantenía a flote malherido pero con serenidad, moviendo apenas los brazos para no gastar la poca energía que le quedaba y observando cómo a lo lejos, alguien arrojaba dos salvavidas al agua para luego lanzarse directamente al océano con la intención de rescatarlo. Era el bueno de Janakka.
Ambos contaban con dolorosas experiencias en naufragios anteriores por lo tanto se encontraban tranquilos. Janakka era uno de los pocos sobrevivientes del catastrófico hundimiento de un gigante ballenero japonés, mientras que Bronson, allá lejos en su juventud, había salido con vida de un desesperante accidente automovilístico en el que su coche cayó a las aguas heladas de un lago en plena madrugada. Esa tragedia, sin embargo, lo había convertido en un héroe nacional porque en medio de la angustia y la desesperación pudo rescatar con vida de las oscuras profundidades a Mary Jo, la mujer que lo acompañaba. Con el correr de los años ese reconocimiento público lo ayudó a alcanzar una senaduría, luego la gobernación del Estado de Massachusetts y por último la presidencia de la Nación.
Ahora Janakka y Bronson se estaban acercando con mucho esfuerzo al pesquero. Cuando estuvieron a pocos metros de distancia les lanzaron desde arriba sogas con arnés para subirlos a cubierta y recién entonces, cuando se sintió a salvo, el viejo Marvin se desmayó. De inmediato la tripulación lo trasladó hasta la sala de emergencias, le colocó ropa seca y le curó las heridas sin reconocerlo. Puede parecer ilógico, pero esos viscosos marineros orientales no tenían ninguna manera de imaginar que ese hombre desnudo que estaba flotando en el medio del océano era nada más y nada menos que el Presidente de los EEUU. Para ellos era apenas un náufrago más de los tantos que solían hallar en sus recorridos alrededor del mundo. También era bastante común que encontraran cadáveres flotando en las aguas, pero a esos no los levantaban porque acababan siendo un problema mayor ya que debían declarar ante la ley, firmar papeles a la guardia costera y mostrar permisos que no siempre tenían. En realidad nunca los tenían porque su trabajo consistía en navegar miles de kilómetros hasta el límite de las aguas internacionales y cuando caía el sol avanzar hasta los bancos de peces para capturar a la mayor cantidad posible dentro de territorios prohibidos. Esto debían hacerlo mientras intentaban no ser descubiertos por los buques guardacostas o por los submarinos de patrulla que incluso en muchas ocasiones les disparaban sin advertencia previa sabiendo que nadie podía reclamar nada.
Con el revuelo que se había armado por el devastador paso del huracán, la zona se llenó enseguida de navíos y helicópteros de rescate por lo tanto el capitán del barco de Janakka decidió dar la vuelta a todo motor y regresar al puerto de origen en algún lugar de Asia con las bodegas sin completar pero con toda la mercancía a salvo. Casi toda.

Bronson tardó muchas horas en volver en sí y cuando lo hizo se encontró sorprendentemente renovado sobre una cama mullida que se hamacaba al compás de la marea. Además, tenía la mente limpia y clara como hacía mucho tiempo y no sentía dolores de ningún tipo. Es que Janakka lo había visto tan malherido y a punto de morir que rompiendo las reglas del barco (y sobre todo del negocio) le había preparado una sopa curativa con trozos de vejiga de totoaba y otros ingredientes que sólo él conocía. Si el capitán se enteraba posiblemente los hubiera matado a ambos y arrojado sus cuerpos al mar.
Marvin le agradeció con un confundido gesto de cortesía que incluía muchísimo más que las gracias por el rescate y la comida.
Las palabras no hacían falta, pero además tenían poco sentido entre ellos porque ninguno hablaba el idioma del otro. El presidente de Estado Unidos se dio cuenta rápidamente que aquellos hospitalarios marineros no tenían ni la menor idea de quién era él y en cierta forma eso le pareció una buena noticia. Quizás Janakka lo había reconocido, pero nadie lo sabe. Por primera vez en muchísimos años Bronson vivía una situación de anonimato que lo hacía sentir aliviado como cuando era niño. Tenía de pronto una desbordante felicidad que le excedía el cuerpo y le provocaba ganas de saltar y de correr. Estaba lúcido, recordaba cosas que había olvidado, sus ojos habían recuperado la capacidad para ver de lejos y ya no le dolían las articulaciones. Janakka sonreía.
Dicen que con cada minuto que comienza tenemos la oportunidad de cambiar de vida, de ser otros y empezar de nuevo. En el caso de Bronson tal vez ya había pasado demasiados años cargando el cuerpo de aquella mujer que cada día le pesaba en los brazos.
Marvin miró al cielo tratando de hacer foco en el punto más lejano que encontrara.
Existe una antigua costumbre entre viejos capitanes de barco que consiste en conformar a sus tripulaciones con marineros que hayan sobrevivido a algún naufragio. Esto lo hacen porque se los considera amuletos de la buena suerte. Sin embargo, lo que no suelen tener en cuenta, es que esos hombres son demasiado libres como para estar bajo el mando de alguien.
Se viene un nuevo Bronson renovado. Cómo dije antes, para mi todavía tiene mucho que aportar a esta historia.