LOS DRÉPANOS: CAPÍTULO 50

EL FAVORITO

La reunión semanal de Jugadores Anónimos venía desarrollándose con tranquilidad. Había tomado la palabra el recién llegado Franz y estaba contando con lágrimas en los ojos que le había costado mucho entender que tenía un problema; sin embargo recién ahora, tras haber perdido su casa, su auto, su trabajo y su familia por culpa del juego, había tomado la decisión de buscar ayuda para salvar su propia vida. El hombre narraba con dolor que había comenzado a apostar golosinas desde muy pequeño con los compañeros del colegio, pero que apenas llegada la adolescencia comenzó a jugar a las cartas por dinero y que luego conoció los casinos a los que acudía con dinero que le robaba a sus propios padres. Contó que llegó a ganar fortunas en larguísimas jornadas de apuestas y que luego celebraba con fiestas interminables repletas de drogas, prostitutas y amigos. Sin embargo siempre regresaba a la ruleta y perdía más de lo que había ganado por lo tanto les pedía plata a familiares, amigos, vecinos y conocidos hasta que ya nadie le prestaba y entonces debía endeudarse con oscuros prestamistas que pronto lo amenazaban de muerte para que les pagase las deudas con exorbitantes intereses. Tuvo que vender su auto y luego el auto de su esposa y más tarde el de sus padres. A los pocos meses entregó un departamento que le había regalado su abuela y al año le suplicó a sus padres que hipotecaran la casa de toda la vida para ayudarlo a que no lo maten. Y mientras tanto Franz continuaba apostando todos los días. Cuando ya no pudo salir del hogar que compartía con su esposa y su pequeño hijo porque afuera lo aguardaban los matones de la mafia, se dedicó a apostar de manera online. Pasaba día y noche frente a la computadora jugando con el dinero que había conseguido por la hipoteca y con los últimos ahorros que les había ofrecido la madre de su esposa para que le dieran de comer al pequeño. Nada resultó. Al cabo de tres meses su mujer lo abandonó llevándose al hijo. Enseguida su propio padre falleció del disgusto (él no fue al velorio porque estaba en medio de un campeonato de póker) y por último los matones entraron una madrugada a la casa, se llevaron los pocos objetos de valor que le quedaban y le cortaron una mano como advertencia.

Franz lloraba como un niño contándoles su terrible experiencia a los demás jugadores en recuperación, incluso algunos acongojados ya se habían levantado de sus asientos para abrazarlo. Fue en ese momento de máxima angustia y emoción cuando se escuchó una furibunda voz desde el fondo del salón.

  • ¡La concha bien favorita de este caballo hijo de puta! ¡Que se muera ahora, que lo sacrifiquen por conchudo!

La mujer insultaba mientras hacía estallar su celular contra el suelo.

  • ¡Anke por favor! – trató de tranquilizarla el Coordinador del grupo – te dejamos usar el celular en las reuniones porque sos la Canciller del país y tenés que estar atenta por si ocurre algo importante para la Nación. ¡No para que estés apostando en medio de nuestra reunión!
  • Me chupa… – ya no les salían las palabras – ¡Tres huevos!

El Coordinador negaba con la cabeza agobiado.

  • ¿Estabas escuchando lo que contaba Franz?
  • ¿Quién? – preguntó Anke como si recién hubiera llegado – ¿Este imbécil? – dijo señalando a Franz que ahora además de llorar tenía miedo.
  • Sí – respondió el Coordinador acostumbrado a lidiar con situaciones similares – es un nuevo integrante de este grupo y nos está contando su experiencia de vida, abriendo su corazón y mostrándonos todo su dolor… ¿Sos capaz de sentir dolor, Anke?

La Canciller Alemana hizo una pausa en su ira, bajó la mirada como si la vergüenza la hubiera invadido y retomó la conversación con un tono más amable.

  • Una absolutísima mierda me importa lo que cuenta este imbécil ¿Sos capaz de sentir lo que te digo, Coordinadorto?

No iba a ser fácil.

Franz ahora lloraba desconsoladamente en voz alta y muchos lo cubrían amortiguando el sonido del llanto.

  • Anke, a mí no me afecta lo que me digas – dijo el Coordinador con la típica amabilidad del recién captado por una secta – no me lo tomo como algo personal, no hay agravio que me duela, estamos acá solamente para ayudarnos entre todos, y vos tenés un problema… El primer paso siempre es reconocer que uno tiene un problema. ¿Cuál es tu problema, Anke? Decilo en voz alta y vas a sentir un alivio – Pensá, pensalo bien… ¿Cuál es tu problema?

La Canciller Alemana no tuvo que pensarlo demasiado

  • El hijo de puta del 6

Era obvio que se refería a un caballo.

  • ¿El 6 es un caballo? – preguntó el Coordinador por las dudas
  • ¡No, pelotudo, es el central izquierdo!

Era un caballo.

El Coordinador hizo caso omiso y continuó la conversación como si se estuviera desarrollando en buenos términos.

  • Ok, ya entendí, el 6 es un caballo. ¿Perdió?

Las preguntas que hacían no ayudaban.

  • No, no, que pavor… – respondió Anke con una ironía que provocaba terror – ganó… por suerte ganó… ¡Bien caballito! ¡Ico Ico! Estoy recontracagándome en todo porque el puto caballo 6 ganó.

Había perdido.

  • Perdió, ok, ya entendí – dijo entonces el Coordinador con toda su sapiencia – puede pasar, Anke, no es tan grave, no es para ponerse así y romper el celular
  • ¡Tengo otro! – dijo la Canciller sacando aparatosamente un celular de la cartera – Y tengo otro – dijo la Canciller sacando otro celular de la cartera – y tengo otro… y otro… porque soy la puta Canciller Alemana y tengo todos los celulares que yo quiera, y por eso los puedo hacer mierda sin el más mínimo problema, me lo pagan con tus impuestos ¿Me entendés, boludo? – dijo pisando como a una araña muerta al celular que yacía destrozado en el suelo.
  • No es la primera vez que perdés, Anke
  • Si, si, es la primera vez – continuó la mujer con el tonito irónico que ahora se había convertido casi en un beboteo – yo no sabía lo que era perder… es re feo… hasta ahora había ganado siempre… pero ahora ya sé que no… a veces se gana y a veces se pierde… ¿Es así no?
  • Si – respondió Franz en mitad de su congoja como si quisiera recomponer la relación con la Canciller Alemana
  • Ahhhh qué idiota es… pobrecito… la concha de mi hermana y encima le falta una mano – dijo acercándose a Franz lentamente como si fuera a acariciarle la cabeza – con razón te fue como el culo en la vida… no es por el juego… no, no, es porque sos un imbécil… si no jugaras te iría mal por otras razones, quedate tranquilo… no tenés que estar acá… me refiero al planeta… vos tenés que matarte…
  • ¡Anke no digas eso! – le gritó el Coordinador

La Canciller detuvo sus pasos antes de llegar al pobre Franz y le clavó la mirada de fuego.

  • Soy la señora Canciller Alemana, y me gusta la timba como a nadie, resulta que tengo muchos contactos… ¡Pero muchos eh! Levanto el teléfono y me atienden las personas más importantes del mundo… así que te imaginarás que cuando me pasan un favorito para alguna carrera de caballos es porque el dato es bueno… muy bueno… nadie quiere quedar mal con la mujer más poderosa del país… si no estás seguro del dato no abrís la boca y listo… no hay problema… pero si me decís que va a ganar el caballo 6 es porque tu información es buena, no hay que cortarte los huevos porque estás diciendo la verdad, y se la estás diciendo a Anke, o sea a mí, que no me gusta perder ni el tiempo… ¿Y qué pasó? Les voy a contar porque ustedes con este verso de dejar de jugar ya ni van al hipódromo… ni al casino… ni a un garito de mierda a orejear unos naipes, así que les cuento… El 6 iba ganando, y eso era bueno porque le puse mucha guita, pero mucha eh… sumen las mierdas de Franz y las mierdas de ustedes en un año y multipliquenlo por las veces que sus esposas les metieron los cuernos… 

El clima era cada vez más tenso y no volaba una mosca.

La Canciller continuó hablando.

  • Cuando llegó a la recta final se puso tonto el caballito… como extraviado… por suerte llevaba bastante ventaja y entonces el hijo de remil puta del jockey le empezó a dar rebencazos como loco para que el 6 reaccionara a tiempo… pero no… ¡Ico! ¡Ico! El caballito de mierda se plantó levantando la cabeza como si ofreciera el cuello para que se lo corten con un cuchillo de carnicería… bien alta la mirada… hacia el cielo, cada vez más quieto en medio de la pista sin importarle los rebencazos desesperados… se quedó inmóvil el 6, mirando para arriba y lo pasaron todos… absolutamente todos. Incluso el jockey se bajó y lo dejó ahí, como a una estatua de esas que están en las plazas… fue entonces que tiré el celular al piso y de inmediato ustedes me comenzaron a tratar mal… 
  • No te tratamos mal, Anke – le dijo con cariño el Coordinador
  • Si, hijo de puta – le respondió ella con calma mientras se iba alejando de ellos rumbo a la puerta de salida para abandonar el salón y subirse al coche del Gobierno que la esperaba afuera – me trataste como a una loca de mierda sin saber lo que había pasado… eso no es de buen líder, eso no es de buena persona… antes de juzgar a los demás hay que mirarse a sí mismo, la concha de tu vieja, y vos mirate bien, todos ustedes mírense muy bien antes de decirme algo.

Y se fue.

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3 comentarios

  1. El primer paso para encontrar la solución es reconocer que tenés un problema, pero si dp de eso ves que ese problema no tiene solución, no te sirve de mierda esa premisa.