EL ÚLTIMO DESEO
A las 4 de la madrugada toda la tripulación del barco estaba descansando, pero Bronson no podía dormir. Su cabeza se encontraba activa como un faro y desde que se había acostado no podía cerrar los ojos por más de diez segundos.
Sus pensamientos se cruzaban unos con otros conformando cadenas interminables de ideas y situaciones enlazadas que a medida que transcurrían las horas, se multiplicaban por sí mismas agrandando el mapa de su atención mental. No era exactamente preocupación lo que sentía, era otra cosa.
El insomnio de un hombre como él, que había vivido tanto, no era una alarma. Era lo que viene antes.
Decidió entonces levantarse y en pocos segundos recorrió los pasillos de los camarotes como un fantasma silencioso. Cuando llegó a cubierta el aire salado del Atlántico le purificó los sentidos como un exorcismo natural. Respiró profundamente, sonrió aliviado y se apoyó en la baranda de la embarcación para disfrutar del espectáculo impagable que ofrecía la luna llena al iluminar la espuma del mar tranquilo. Era una de las noches más despejadas que había vivido desde que se había subido a la embarcación. El cielo infinito sobre su cabeza parecía el telón pintado por un loco. De inmediato sus pensamientos se enfocaron en la inmensidad que lo rodeaba y pronto tuvo la certeza de que nunca había visto tantas estrellas juntas. Quizás alguna vez cuando era niño y se tiraba al borde del estanque con sus hermanos mayores a contarlas, pero no, la visión de un niño siempre hace más grandes las cosas que ve por lo tanto no tuvo dudas de que la inconmensurable cantidad de estrellas que estaba contemplando en esa profundidad nocturna en mitad del océano era algo inédito en su vida. Incluso le pareció sorprendente haber tenido que llegar a la vejez para ver tantas estrellas, lo sintió como un error. Esto es algo que se debe vivir de joven, pensó, si no viste todavía tu récord de estrellas es porque estás encerrado sin darte cuenta.
Ahora sí, había cumplido con algo pendiente y podía descansar. El sueño empezaba a asomarse y tuvo la certeza de que se dormiría apenas apoyara la cabeza en la almohada.

Soltó la baranda del barco, se paró derecho estirando un poco la espalda contracturada por tantas horas dando vueltas en la cama y se dispuso a regresar a su camarote. Sin embargo no parecía estar totalmente convencido y por eso decidió darle una oportunidad a esa extraña sensación que lo acompañaba desde hacía varias horas. Cualquier otro viejo cansado se hubiera ido a dormir para aprovechar la mañana siguiente, pero Bronson no estaba seguro de que hubiera un mañana para él, así que se propuso esperar cinco minutos más para ver una estrella fugaz y pedir el último deseo. Se lo planteó como un juego. Un juego que le quitaba el peso de decidir si su vida estaba completa o si aún le quedaba algo importante por hacer.
Si lograba ver una estrella fugaz, en ese breve lapso de tiempo antes de que lo venciera el sueño, debería encontrar alguna deuda pendiente que tuviera y pedir un deseo para saldarla. Si en cambio, no caía ninguna estrella fugaz, entonces se iría a dormir tranquilo y realizado, quizás para no volver a despertarse nunca.
Respiró profundo tres veces, dejó caer los brazos a los costados de su cuerpo, levantó la mirada con miedo y muy lentamente comenzó a dar vueltas sobre sí mismo para cubrir todo el cielo a su alrededor. Parecía un viejo radar oxidado que se estaba despidiendo con los últimos giros.
En algún momento, justo antes de marearse, se detuvo de pronto y apuntó la mirada hacia un punto ciego más allá de las luces; era como si por fin hubiera podido esquivar la trampa de los carteles luminosos para enfocarse en lo que nadie miraba.
Y se quedó quieto, tan quieto como deslumbrado.
No era un deseo lo que tenía que pedir. Eran miles.
No lo supo en ese momento, ni lo supo nunca, pero él fue el primero que los vio.
Ojo con los deseos que pidas… recuerda siempre aquella antigua maldición gitana: “Ojalá vivas tiempos interesantes”.
Los drepanos siempre fueron estrellas fugaces, lo sospeché desde el primer renglón… 🙈🙈, Ja
Nunca me dió tanto gusto ponerme al día. Metí una maratón única zamba. Del cap 10 a este. Muy buena historia genio.