De todas las historias que he escuchado esta triste semana acerca de lo que ha estado pasando en Ceuta, una en especial me ha hecho realmente temblar.
Unos 30 migrantes salen en barca, se quedan sin comida y sin agua al cuarto día, se les estropea el motor y se quedan a la deriva en el mar. Deciden echar el ancla y esperar un rescate .El rescate no llega y tras otros tantos días sin comer y bebiendo ya agua del mar, deciden quitar el ancla y navegar a la deriva. Uno tras otro van muriendo. El resto los arroja por la borda a medida que esto pasa. Hasta que ni siquiera los que están vivos tienen ya fuerzas para echar a los que mueren por la borda. Y conviven muertos y vivos juntos hasta que al cabo de unos 20 días los encuentran por casualidad y los salvan. Quedan 3 vivos de 30. Demoledor.
“Los vivos iban arrojando a los muertos al mar”
En el mismo momento en el que yo escuchaba esa noticia, se celebraba Eurovisión y el Atleti ganaba la Liga. Yo, estaba cenando un rico bocadillo de lomo. Después me puse a ver una peli en Filmin y me olvidé del tema de la barca.
Por la mañana había ido en tren a Sants. No deja de sorprenderme por mucho que la vea ,la escalofriante imagen de todo el mundo en un vagón mirando hacia abajo a su móvil.
¿Distinguimos realidad de ficción? Empiezo a pensar que no. Y que por eso no nos afecta la historia de la barca. Pasa como una película más de Filmin, o de Netflix, o como Eurovisión o el final de la Liga. Es parte del espectáculo tecnológico. Un trending más que entretenernos de camino a Sants.
“¿Distinguimos realidad de ficción?”
Y esta mañana he hecho el ejercicio de pararme a pensar en 10 amigos, con los que me metía en una barca, nos lanzábamos al mar, iban muriendo, y los iba arrojando por la borda de verdad. Pero para imaginarme todo esto me he tenido que parar a pensar. Y teniendo tanta tecnología y entretenimiento disponible, ¿Quién está dispuesto a pararse a pensar?. Desde luego, si lo hiciéramos conscientemente, no lo soportaríamos. No soportaríamos aceptar lo que somos y en lo que la tecnología nos ha convertido.
“En el futuro habrá robots”, nos decían en los 90. Lo que no sabíamos, es que los robots seríamos nosotros.