Queridos hermanos:
Nos hemos reunido aquí en esta fría mañana de Enero para rezar por el alma de nuestro amigo, padre, hermano, esposo, familiar, conocido [inserte aquí nombre que guste].
Sus familiares y amigos quieren decirnos unas palabras acerca de él.
Esposa: Era el mejor Project Manager y tenía unas skills envidiables. Sobre todo por sus competencias en motivación de personal de cara a la consecución de objetivos. ¡Eran tan perfectas!
Hija: Papá era muy productivo. Incluso cuando veíamos una película estaba con el ordenador por si algún cliente le requería. ¡Estoy tan orgullosa de su profesionalidad y su entrega a la empresa!
Amigo: ¡Siempre tenía un momento para continuar trabajando! Muchas veces, en medio de una cena, se marchaba corriendo mientras todos admirábamos su compromiso profesional.
Jefe: Si hubiera querido, habría superado los altos estándares de la compañía. Era un gran trabajador y tenía madera de líder. Sólo con que hubiera dado el 200% lo habría conseguido. Pero se quedó en el 150%. Aún así es una gran pérdida para la compañía.
Una vez hubo terminado la ceremonia, los restos mortales del fallecido bajaron al crematorio y ardieron para siempre.
No quedó nada. Solo unas tristes cenizas para esparcir en el parking de su empresa. También quedaron algunas deudas, una cuenta de Facebook en la que compartía frases motivadoras y un perfil de LinkedIn con 672 contactos.
Mientras abría el coche al que aún le quedaban 11 cuotas por pagar, su esposa iba repitiendo las palabras que él le masculló cuando fue consciente de que le estaba dando un infarto: “no te olvides de mí”; aunque no entendía muy bien qué era aquello por lo que él quería ser recordado exactamente.
Se montó en el coche, se secó las lágrimas y se fue a trabajar.
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