En el café del desayuno me he encontrado con la abuela Marina y me ha contado una historia. La abuela Marina no es mi abuela, es una mujer que cuenta historias junto a su marido, el abuelo Chan. Y yo no me la he encontrado en mi cocina, ha sido en su cuenta de instagram Drawings for my grandchildren. Os hablé de ella en EFEM T6x111 – Sin envejecer nunca
La anécdota que ha contado la abuela Marina es perfecta para cualquier momento del año, porque tiene que ver con una costumbre bastante global, me refiero a la costumbre de regalar. ¿Os gusta regalar o hacer presentes? A mí me encanta, paso gran parte del tiempo pensando en futuros presentes o presentes futuros (y en lo que voy a regalar también).

Os voy a contar lo que ha venido a mi cabeza después de ver a los abuelos. ¡Ojo! que a partir de aquí puede haber algún spoiler y si tienes 11 minutos con 23 segundos es mejor que vayas a ver la historia completa a su cuenta de instagram. Si tienes poco tiempo incluso para leer, salta al audio del final, te lo regalo.
Marina cuenta que en las navidades de 1953 a ella y a su familia les regalaron un pongo. Sí, un pongo: “Obsequio de dudoso gusto que acostumbran a regalar por compromiso y sobre el cual una se pregunta ¿Dónde lo pongo?”. El objeto en cuestión en este caso venía envuelto en telas, pesaba muchísimo y no lo pudieron abrir hasta que no se fueron los familiares que lo habían traído porque, según explica Marina, en aquella época no era cortés abrir el regalo delante de la persona que lo había regalado.
Ella describe, con mucha gracia, la decepción de toda su familia al completo al descubrir una figura de yeso enorme que representaba una mujer con larga melena. Imaginando la historia contada por Marina no puedo evitar que vengan a mi cabeza algunos de los objetos que tengo en casa o que he visto en otras casas, regalos que son un espanto, pero que no dejan de ser regalos y por un motivo o por otro se quedan ahí y te acompañan el resto de tu vida.
Hay gente con suerte que tiene un jardín (aunque sea con pongos sigo envidiando esos jardines) Si te despistas en Navidades te caen pongos por todas partes
En la familia de Marina lo que decidieron hacer con aquella figura de yeso horrorosa fue: ponerle nombre, colocarla en una esquina y dedicarse a quejarse cuando la miraban. Al final resultó bastante útil el pongo en cuestión. Siempre se le puede dar la vuelta a un pongo y convertirlo en algo útil, aunque sea para tirarlo al suelo y que se rompa, si se da la ocasión y surge la necesidad de romper algo (tíralo con cuidadín no te vayas a hacer daño…).
Marina expresa y cuenta con pasión lo que le habría gustado que el regalo que les llevaron aquellos familiares ese día hubiese sido comida.

Y eso me recordó la costumbre de regalar piñas, decorar con ellas o comer piña en Navidad.

Leo que en Singapur tienen la tradición de hacer rodar una piña en una vivienda nueva con la esperanza de que la buena suerte ruede con ella y que en hokkien (un dialecto chino de la provincia de Fujian) «piña» es «ong lai», que suena como las palabras que significan ‘fortuna que llega’. Este dato habría sido muy útil en el episodio EFEM T5x97 – Idiomas.
Después de ver el vídeo me quedé pensando en los pongos y me acordé de mi amiga Ainhoa. Todos los años en Navidades se reúne con su pandilla y se regalan pongos como diversión. Este año no se van a poder reunir, así que es posible que se las ingenien para conseguir hacer un intercambio de pongos virtuales. No será lo mismo, pero es lo que toca con la pandemia por COVID-19.
¿Qué me pongo?, ¿dónde me pongo?, ¿dónde lo pongo? son preguntas que utilizamos a menudo. Aún más cuando llegan eventos y festejos. Puede que este año nos lo preguntemos un poco menos. Revisemos nuestros “pongos” y disfrutemos con precaución.

Yo, si puedo elegir, me quedo con la piña. Salvo que sea en la pizza… en ese caso prefiero el pongo. Claro que siempre queda la opción de quedarse con todo: el pongo piña en cualquiera de sus versiones.
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