Ayer bajé a comprar un batido de proteínas al bar de abajo.
Los que nos cuidamos sabemos que quedarte sin proteínas un domingo por la tarde es un tormento porque pocos bares hay abiertos. Ya que estaba allí decidí pedirme un buen batido de leche descremada y un par de tapas, una de pollo sin piel y otra de 30 gramos de carne roja. Manuel, el camarero, con más de veinte años de servicio, estaba especialmente agotado. Siempre estaba agotado en realidad. Llevaba toda la vida en aquel bar, antes llamado “El Rincón de la tortilla” y, desde hacía unos años “Healthy Corner”.
En una mesa, cuatro jubilados apuraban sus batidos mientras echaban la partida habitual de cada tarde al Fortnait. Uno de ellos, el mayor, que contaría con unos 76 años a sus espaldas, comentaba que mucho mejor aquellos tiempos en los que podía tributar en Andorra y que ahora, Andorra ya no era lo que era. En la televisión iban pasando constantemente vídeos de jóvenes youtubers en el Tik Tok.
Pedro, uno de los jubilados, comentaba que la juventud de ahora no tiene ningún sentido del ridículo, que hacen cualquier cosa con tal de tener seguidores. Ellos sí le daban flow en sus tiempos a la recién creada plataforma.
En una mesa aparte, Mario Tasas, un loco del barrio que siempre contaba que en 2021 había sido nominado a un Goya, se quitaba la camiseta y trataba de vocalizar algo que no entendíamos.
Pagué lo que tomé y saqué mis proteínas. Antes de marchar le pregunté a Manuel por su mujer. Calla, calla, ya sabes, se fue con las amigas al fútbol.