Llevo un rato frente a la puerta de un jardín. Es hermoso, pero peligroso, y mi miedo imita a la voz de mi consciencia para decirme:
- Rafa, no te metas. En serio, no compensa. Sé lo que buscas ahí dentro, y quizás lo encuentres, pero quizás no sepas salir.
Abro la puerta. ¿Qué más da?
El otro día Zahara, compañera y colega a la que conozco desde hace muchos años aunque hace mucho, también, que apenas coincidimos, compartió de forma jocosa una Storie en su muro de Instagram.

Tras, por lo que parece, reacciones mega airadas en las redes, al poco, publicó esta rectificación tras eliminar la Storie.
Os dejo aquí varios artículos resumiéndolo, por si no os ha quedado claro.
Vaya por delante que, pese a asumir que ya estoy dentro del jardín, hoy no quiero escribir sobre los derechos de la comunidad trans o de feminismo. Este artículo no va de esto. Además, no soy, para nada, un experto, y mi postura como ciudadano es clara: Que no le falte ningún derecho a nadie. Si alguien nace con la identidad inadecuada, facilitemos cómo sociedad todo lo que sea necesario. Faltaría más.
Tampoco juzgo a Zahara, seguro que ha actuado como ella ha sentido y con plena honestidad. Genial.
Pero, hay algo en todo esto que me chirría. Nosotros. El público. La audiencia. De eso sí quiero hablar.
¿En serio necesitamos que nos sobre expliquen las cosas? ¿Tanta falta de compresión lectora tenemos? ¿Es tan importante no herir ninguna susceptiblidad? ¿Somos adultos o niños?
No veo mal pedir disculpas si se ha mal interpretado un mensaje, pero en serio creo que esta tendencia como público a tergiversar y a ofendernos por encima de nuestras posibilidades nos infantiliza.
Como padre intento que mi hijo contacte lo mínimo posible con el sufrimiento, por supuesto, pero también sé que no debo sobre protegerlo porque le estoy quitando herramientas para enfrentarse con la vida. ¿Cómo puede ser que tratemos a los seguidores de redes sociales con mas condescendencia que a un niño de 6 años?
Cuando me preguntan si algunas de mis canciones ofenden, siempre respondo que si se sacan de contexto, seguramente sí aunque casi nadie me ha protestado jamás por ellas. Pero ¿Y si ocurriera? ¿Y si alguien discrepase? ¿Sabéis qué? NO DEBERÍA PASAR NADA. Porque la vida es eso, una amalgama de grises en los que los maniqueísmos solo tienen sentido para polarizarnos y manipularnos mejor. Que algo no te guste no debería implicar que deba eliminarse. Es de primero de madurez.
No veo mal que haya líneas rojas. ¿Pero ha de haber tantas? ¿No era evidente que lo que compartió Zahara no pretendía ofender? ¿No podríamos, cómo público, entenderlo?.
Me agota este auge de puritanismo formal. No cuestiono tanto los fondos, me parece bien que vayan cambiando y mutando los consensos de lo que es correcto o hace gracia, siempre ha sido así y siempre ocurrirá, pero a lo que apunto, es a que se nos exige una perfección en nuestras conductas que es casi ridícula. Es infantil pretenderlo.
Tengo una intro en mis conciertos que es bastante ilustrativa. Explico que si un día llego a casa y me encuentro a mi pareja con mi mejor amigo en la cama, seré incapaz de reaccionar con la tolerancia y empatía que parece que me exige la psicología moderna. Lo siento, yo no seré capaz de no hablar en caliente y esperar a que se dé el momento propicio para poder mostrar mi dolor sin que eso hiera en exceso.
No. Lo siento, pero una mierda como un piano.
Yo les gritaré, me cagaré en sus muertos y escribiré muchas canciones buenas sobre el tema. A lo que apunto es a que, por supuesto, no les mataré ni haré nada fuera de la ley, pero no me pidan que sea tolerante, empático y educado en TODAS LAS SITUACIONES. Me niego. Ambos se merecen mi ira.
Mi generación se ha burlado, a menudo, de cómo las anteriores resolvían sus conflictos morales confesándose o santiguándose. Hoy, sospecho, son ellos los que se burlan de nosotros.
Por cierto, no recuerdo cómo se sale de este jardín.
El karma es un boomerang.