Poesía – Soy un número complejo

He visto al fin lo que soy:
soy un número complejo,
con su parte real y su parte imaginaria,
una solución de raíces con índice par
y radicando negativo.
Soy un número complejo,
y puede que lo grite, y lo dibuje,
lo escriba y me lo tatúe,
aunque haya días
en que mi parte real tienda a cero
y mi parte imaginaria tienda a infinito,
imaginario puro.
Quise ser un número natural
en mi adolescencia torpe,
porque fui adolescente
que se hacía exponencial
en buscar lo fácil, la indolencia y el ocio.
Número natural par los días soleados
y número natural impar los días de nubes.
Me fijé en un signo menos,
que me volvía negativa y entera,
y empecé a hacer nuevos amigos,
hasta que un número primo me dijo que,
cómo mínimo, yo era un número compuesto.
Busqué a los compuestos
más allá de las vías,
pasada la calle de los divisores
y los tamaños grandes.
Los compuestos me empujaron
hacia los combinatorios,
que me factorizaron en exceso.
Hui sintiéndome nada entre números,
creyéndome de ninguna parte y ahogada,
hasta que me refugié entre imágenes
y descubrí a los aúreos de Durero y Da Vinci
que me dieron la mano y me invitaron a fiestas.
Fueron días felices entre los irracionales,
pero me cansé de juergas decimales sin fin,
me llenaba de tedio el amanecer,
con el número «pi» semiborrado
y el número «e» a sí mismo enredado.
Vagué mucho,
me perdí y no me busqué,
ni busqué un lugar para mí
porque lo creía imposible.
Hasta que los conocí,
a los números complejos,
con su parte real y su parte imaginaria,
y por fin soy yo
en este espacio confuso para tantos.

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