Voy a empezar de nuevo terapia online.
No usaría esta ventana en esta nuestra querida web para compartir algo tan íntimo sino fuera porque me encanta comprobar cómo ha cambiado nuestra visión al respecto en los últimos años.
En 2018 y 2019 yo hacía también terapia por Skype. Recuerdo que cuando lo explicaba la gente se extrañaba mucho. No era nada frecuente. A mí me convenía porque era una manera de optimizar mis caóticos horarios. Estuviera donde estuviera, me hacía un hueco para poder hablar con mi antiguo psicólogo.
En los conciertos cuento mucho una batallita que me ocurrió por mi mala organización.
Lo ideal, obviamente, era encontrar un espacio solitario en el que hacer la terapia sin interrupciones, pero como soy un puto desastre lo que hacía a veces era irme a bares e intentar estar lo más aislado posible.
Una vez mientras estaba en pleno debate terapéutico y yo creía que no había nadie al rededor (no caminaba nadie por la calle ni había ningún peatón) alguien me contestó:
- La amistad es lo más importante.
Miré al rededor y no vi a nadie. Proseguí mi discurso con mi terapeuta.
Al cabo de un rato otra interrupción.
- El amor es algo fundamental.
Ya no pude abstraerme y tras disculparme con mi psicólogo pregunté
- ¿Hay alguien ahí?
- Sí yo. El de la ONCE.

Entendí la lección e intenté estar más aislado en siguientes sesiones.
Yo estoy loco por ir a bares a hacer terapia, pero es cierto que muchos me creían loco simplemente por hacerla ONLINE.
La puñetera pandemia ha contribuido a acelerar muchos procesos tecnológicos y hoy ya vemos normal hacer terapia con dispositivos.
Mucho antes de la llegada del maldito Covid terminé con mi anterior psicólogo y ahora me dispongo a empezar con uno nuevo, por supuesto, telemáticamente.
No obstante, algo he aprendido, lo primero que le he dicho es:
- Por Skype no, mejor por Facetime.